Vistas de página en total

miércoles, 9 de agosto de 2017

el vivo ejemplo de la fiscal Ortega de Caracas inspira a Harold que compara con los fiscales del caso "terrorismo" que contra viento y marea prosigue en Santa Cruz para escarnio de la Justicia, de la Política, del Gobierno y del jefe de Estado Morales.


La fiscal de allá y los fiscales de acá


Tras conocer los resultados de un Consejo Electoral sumiso, el presidente Nicolás Maduro bramó amenazas sobre todo el espectro opositor venezolano: supresión de la inmunidad de legisladores,  juicios y cárcel a quienes dudaren de la legitimidad escuálida del nuevo cuerpo legislativo y una radicalización de su Gobierno, visto en gran parte del mundo como cubanista y staliniano. Una voz volvió a retumbar. Luisa Ortega Días, la fiscal rebelde, denunció el fraude revelado por la empresa que prestaba servicios electrónicos y activó una investigación mientras el Gobierno urdía para acallarla. Con 59 años, la fiscal se ha consolidado como ejemplo universal de autoridad valiente que ejerce el cargo ley en mano aun enfureciendo al Gobierno.

Dos semanas antes, el tribunal de La Paz a cargo del ‘juicio del siglo’ negó por enésima vez el pedido de Zvonko Matkovic Rivera para ser juzgado en libertad. El joven es del puñado de acusados de pretender alzarse en armas, someter al Ejército y dividir Bolivia, en un empeño colosal de crear una nueva nación. Nada ha sido probado, aunque  algunos  aceptaron las acusaciones en un esfuerzo por recobrar la libertad tras años encarcelados.  Se declararon culpables, en reminiscencia inevitable de los Juicios de Moscú (1936-38), cuando la Policía soviética extrajo confesiones de los acusados.

Cuando llega al suelo la credibilidad pública respecto al juicio originado en el asalto al hotel Las Américas y la muerte brutal de tres huéspedes, el tribunal que preside el juez Sixto Fernández optó, por unanimidad, respetar el libreto oficial. Ese libreto se hundió en el descrédito hace tres años cuando su gestor, el entonces fiscal Marcelo Soza, dijo que el Gobierno lo había forzado a incriminar a líderes cruceños y fugó a Brasil, donde confesó la fechoría. Los fiscales sucesores no han variado la acusación.  Al escucharlos defender la tesis, se  concluye que los testimonios de estos años y la propia confesión de Soza no existen. De hecho, el tribunal la declaró inexistente para el juicio porque carecía de autenticación oficial boliviana, algo que el propio refugiado Soza habría tenido que gestionar.

Es posible que el tribunal hubiese perdido una oportunidad para sepultar el caso e identificar a los que forjaron la trama que Soza contó en detalle. Pero faltó una fiscal Ortega con su temple ético y agallas para marcar la diferencia.  

No hay comentarios: