Este socialismo a la boliviana se está volviendo cómico, sobre todo, por la actuación de personajes como el ministro de Finanzas, Luis Arce Catacora, quien no deja de alentar a la gente que “de un bolivianito, dos bolivianitos”, los precios van a ir bajando en los mercados.
Este socialista, cansado tal vez de hacer trampas estadísticas para disimular el incremento de los precios e inventarse explicaciones para justificar la escasez de alimentos y la creciente inflación, acaba de tirar por la borda toda la teoría sobre la “economía planificada por el Estado” y ha culpado a los empresarios por no prever esta coyuntura, en la que se ha mezclado la caída de la producción, la sequía y las políticas erradas tomadas por el Gobierno. “No es el Estado el que produce azúcar, son los ingenios y ellos debieron planificar, prever y programar situaciones de contingencia”, fue la afirmación que hizo el funcionario, en esta rarísima tesis sobre el rol del empresariado y del mercado en un estado socialista.
El hombre debería ponerse de acuerdo con sus postulados económicos y consultar algunas teorías y se dará cuenta que el rol planificador lo tiene el Estado y mucho más en un régimen socialista como el que supuestamente se pretende implantar en Bolivia. Esa planificación debió darse justamente después de tomadas algunas medidas intervencionistas como la prohibición de las exportaciones que actuaron como un desincentivo a los productores.
A la empresa privada no se le puede pedir que cumpla el papel que está llamado a desarrollar el Estado y mucho menos cuando los productores están bajo innumerables condicionantes y amenazas, que no hacen más que activar el nervio del miedo. Y cuando el pánico actúa, el primero en huir es el dinero, ese que debía invertirse en plantar más caña, en sembrar más maíz, en cultivar más trigo y todo lo que está faltando y subiendo de precio. El empresario tampoco tiene el poder de la Aduana y el Ejército, que tendrían que estar controlando mejor las fronteras para que no se escape el azúcar a Perú, donde un quintal cuesta el doble de lo que se paga en el territorio nacional. Este régimen, que dice conocer mejor que nadie al pueblo, debería saber que en el alma de cada boliviano se esconde un comerciante y para ellos no hay socialismo, ni planificación ni precio justo que valga. Los cocaleros responden a esa misma lógica, así como los vendedores de papa de los mercados y las “caseritas” que ofrecen perejil. Claro, para el socialismo “facilón” que practica este Gobierno, que lo único que aprendió en estos cinco años es a reprimir y perseguir, lo más sencillo es echarle la culpa a los ingenios azucareros y amenazarlos con la nacionalización.
En combinación con algunos empresarios asustados, el Gobierno acaba de conformar un “comité de abastecimiento”, algo así como la “Gestapo de la economía”, cuya misión será agarrar del cuello a los productores para que vendan “bueno, bonito y barato”. Son muy pocos en Bolivia los empresarios a los que se puede identificar, localizar y amedrentar para que sigan las órdenes del Gobierno. La gran mayoría pertenece al inmenso mundo de la informalidad, adonde no llega ni llegará el Estado Plurinacional y menos el socialismo boliviano. Nacionalizar la producción de alimentos sería un suicidio porque en pocos años estaríamos peor que Cuba. La mejor recomendación para el futuro inmediato es ir preparando la tarjeta de racionamiento.
Para el socialismo “facilón” que practica este Gobierno, lo más sencillo es echarle la culpa a los ingenios azucareros y amenazarlos con nacionalizarlos.
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