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lunes, 25 de abril de 2011

prosigue el gobierno con las últimas secuencias del montaje llamado "terrorismo-separatismo" que ha sido el modo de mantener avasallada a la dirigencia cívico empresarial de Santa Cruz

No pretendemos meter las manos al fuego por nadie y menos aún constituirnos en escollo para las ya tan largas y al parecer infructuosas investigaciones que se llevan a cabo y que, según parece, aún arrastran mucha tela para cortar.
Sin embargo, y porque desde largo rato nos escuece un cuestionamiento que nadie ha expuesto a pesar de los indicios de racionalidad que saltan a la vista, vamos a exponerlo con la finalidad de aportar para la apertura de un nuevo cauce en el proceso investigativo que se mantiene bajo pesadas brumas e incertidumbres.
Nos estamos refiriendo al bullado caso de terrorismo que planificado, según se dice,  y puesto en marcha presuntamente en nuestra cálida Santa Cruz de la Sierra, perseguía finalidades desquiciadoras de la grande estructura territorial boliviana, contrastando tal falacia con la repetida ofrenda de heroísmo y vidas incluso, que su defensa mereció en contiendas internacionales y en documentos históricos de calificado e incuestionable peso y de acentuado y muy elocuente y nunca desmentido patriotismo.
Pero supongamos que unos desquiciados se prestaron para intentar el torpe juego de la secesión y a tal fin entraron en contacto con mercenarios extranjeros que, por lo que se dijo, vendían sus servicios a quienes bien o mejor dicho, espléndidamente  los pagaran. Frente a tal eventualidad, lo que correspondía era investigar con tiento, aprehender a los presuntos mercenarios, someterlos a interrogatorios exhaustivos, aplicar todas las medidas en fin, en pos de verdades absolutas y por donde se las mirase, incuestionables e incuestionablemente clarificadoras, sin sombras de dudas.
Pero lejos de usar de la prudencia, del tino,  de la racionalidad, se siguió la huella de los presuntos mercenarios y al sorprenderlos inermes en un hotel, se los zurció a balazos sin dejar a ninguno vivo. De ese modo, se silenció para siempre a los únicos que podían ofrecer el detalle de lo que hoy es zarandeado bajo los rótulos infamantes de terrorismo y separatismo.
Con arma tan deleznable, que ha tenido oficiosas voces y ecos de verdad insustanciales, se tiene en la cárcel y perseguidos a quienes será muy difícil eximir de culpas y condenar a la vez, de modo inapelable, por hechos que siempre estarán bajo la sombra espesa de la duda. Desde este punto de vista, habría que poner en claro, de modo fundamental, porque se dio muerte a los supuestos mercenarios inermes siendo que eran los llamados a explicar la misión que trajeron y la identidad de los que presuntamente requirieron sus malhadados servicios. (Ed. de El Deber, SC, Bolivia)


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