Los indígenas del Oriente boliviano, aglutinados en la Cidob y sus pares del altiplano, al cobijo del Conamaq, ambas instituciones hostilizadas por el Gobierno al extremo de dividirlas a punta de palo y chicote, están preparando una cumbre paralela para protestar durante la reunión que mantendrán en Santa Cruz los mandatarios que integrar el Grupo 77 más China en el mes de junio.
Hay que recordar que algunos de los gobiernos populistas de América Latina tuvieron sus orígenes en este tipo de cumbres paralelas que surgieron a principios de siglo con los movimientos antiglobalización que se convirtieron en la piedra en el zapato de los grandes bloques multinacionales compuestos por los países industrializados como el G-8, el Grupo de los 20 y otros.
El G-77 está integrado en su gran mayoría por naciones subdesarrolladas que al igual que otras instancias similares, buscan cómo hacer escuchar su voz y combatir las desigualdades mundiales entre ricos y pobres, entre los dependientes y los que marcan el paso del desarrollo en el planeta. Para Bolivia no debe constituir ningún honor que se organice una cumbre para protestar contra un régimen que justamente llegó al poder para dar respuesta a los que hoy se sienten recluidos y amenazados.
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