Bolivia: la realidad
detrás del mito
Por Mauricio Ochoa
Urioste*
Avión presidencial Falcon, satélite Túpac
Katari, Presidencia del G77+China. Podría pensarse que Bolivia avanza en el “anhelo”
presidencial de convertirse en una Suiza en 10 o 20 años, tal como lo declaró en
una oportunidad el mandatario boliviano. Sin embargo, las estadísticas son elocuentes:
en Sudamérica, sigue siendo el país con menor índice de desarrollo humano
después de Paraguay, y tiene el ingreso per cápita más bajo del subcontinente.
Gente del extranjero me pregunta
recurrentemente a qué se debe la popularidad del Presidente Evo Morales. ¿Es un
hombre carismático?, ¿lucha a favor de los más necesitados?. Mi respuesta ha
sido siempre la misma: se ha creado un mito entorno a su figura a través de los
medios de comunicación estatales, se ha atomizado a la sociedad bajo la máxima
“divide et impera”, y sumado a lo anterior, la mortalidad infantil y el mapa de
pobreza, demuestran que el país está lejos, muy lejos, de alcanzar niveles de desarrollo
que permitan a su población una vida digna.
Por otra parte, se ha derrochado ya una gran
cantidad de recursos económicos en propaganda oficialista: la televisión, la
prensa escrita y la radio estatales, han endiosado la figura de Evo Morales. El
discurso gubernamental siempre ha sido el de la confrontación verbal – no
racional – contra la disidencia y la oposición, y lo que se ha venido a llamar
“El Imperio”. (Dato significativo es que Morales se cataloga a sí mismo
antiimperialista, pero a la par dice contar con el apoyo del gobierno ruso y
chino, amén del venezolano. ¿Es ésta una forma auténtica y real de
antiimperialismo?).
La intolerancia discursiva, el libelo, el denuesto,
la persecución político-judicial, son otras notas distintivas del régimen
boliviano. Adjetivos peyorativos de autoridades de Gobierno, como aquél contra
el Nóbel de Literatura Mario Vargas Llosa, son cosa cotidiana. Y los menos
afortunados son los perseguidos, los encarcelados por el régimen, y los más de
750 refugiados bolivianos que viven la desgracia de la marginación social, el
exilio, y el etiquetamiento delincuencial.
En cualquier país dónde prima una auténtica
democracia el debate no se reduce al encono gubernamental contra la disidencia
y la oposición; sino a cómo construir un Estado Constitucional de Derecho que
tenga como valores fundamentales el respeto de las libertades civiles y la
dignidad humana en todas sus dimensiones.
*Mauricio Ochoa
Urioste es abogado
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