Durante toda la jornada del día de ayer, en la República de Perú se llevaron a cabo elecciones presidenciales, como también las de dos vicepresidentes, numerosos congresistas y futuros miembros del Parlamento Andino. Durante esta fiesta democrática no se dieron mayores incidentes. El proceso felizmente fue normal.
Al momento de cerrar este editorial, los resultados en boca de urna han confirmado las encuestas que pronosticaban la victoria de Ollanta Humala, quien se impone con el 31.6% de votos. Le sigue Keiko Fujimori con 23% y muy cerca de ella, con un 18%, el empresario Pedro Pablo Kuczynski. Al no haber obtenido ningún candidato el 50% de los votos, serán los primeros dos ganadores quienes irán al balotaje del próximo 5 de junio.
Por la cercanía geográfica y por los vínculos de toda índole que tiene Bolivia con Perú, particularmente al occidente de nuestro país, los sufragios en la vecina nación han suscitado entre nosotros legítimo interés.
Keiko Fujimori es tildada como “populista de derecha” y Ollanta Humala como “populista de izquierda”. Todo esto tiene sus bemoles, más allá de las características intrínsecas de cada uno de los dos triunfantes en estos sufragios. Por encima de su innegable parentesco con el exmandatario Alberto Fujimori, es un hecho que la hija ha sabido ganarse un lugar bajo el sol de la complicada política peruana. Resta ver ahora cuál será su desempeño y su discurso electoral en la decisiva segunda ronda. En lo que hace a Humala, los medios internacionales ya comienzan a mencionarlo como el “Lula peruano”. Sus manifestaciones durante la campaña han tendido en la dirección moderada y de equilibrio del exitoso expresidente brasileño. Inclusive los estrategas electorales de Humala fueron de esa nacionalidad. El tiempo dirá si Ollanta, en caso de tomar el mando presidencial, realmente será un nuevo Lula o no.
El proceso peruano de los últimos años es uno de éxito continuo en lo económico, aunque en el marco de increíbles incertidumbres y asombrosas resurrecciones políticas. Persiste sí un lamentable nivel de pobreza que alcanza al 34% de la población, pero ya disminuyó considerablemente; hace pocos años ese mismo índice de pobreza que superaba el 50%. El vertiginoso crecimiento peruano de los últimos años ha sido fruto de un método exitoso basado en la atracción de inversiones y la libertad económica. Por su propio éxito, el modelo siguió adelante en medio de sucesivos cambios presidenciales. Será muy difícil, para cualquiera de los candidatos que asuma finalmente el mando el 28 de julio, cambiar algo que verdaderamente está funcionando bien. Solamente cabrá tal vez mejorar y pulir aristas sociales, pero sin perjudicar factores productivos que le han dado al Perú tan excelentes dividendos.
En la segunda vuelta Ollanta seguramente intentará ser cada vez más Lula y parecerse cada vez menos al venezolano Hugo Chávez. Por su lado, Keiko deberá diferenciarse nítidamente de la raíz autoritaria y corrupta de su progenitor. El proceso peruano será objeto de atención preferente en el ámbito internacional hasta su definitiva conclusión.
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