“Dios te libre de la justicia boliviana”. Recuerdo que rezaba así un cartel que vi hace muchos años en el patio del panóptico de La Paz cuando visité a un pariente que se encontraba detenido allí. No sé si el tal cartel se mantiene hasta hoy, pero viendo lo que sucede a diario con los procesos legales de nuestro país, estoy convencido de que esa expresión tiene plena vigencia. Mucho, muchísimo, le falta a la justicia en nuestro país para ser verdaderamente justa, valga la expresión. No en vano hasta el señor Presidente del Estado Plurinacional hizo pública su disconformidad poco tiempo atrás. Está visto que las “elecciones de jueces” fueron un error y que el pueblo no se equivocó al votar mayoritariamente en contra de ese procedimiento, aunque eso no fue óbice para que el Poder Ejecutivo al final imponga su criterio, algo que tal vez le pese ahora.
A los retrasos y burocracias habituales de la injusta justicia se suma una enorme pesadez en materia de procesos, pesadez no exenta de arbitrariedades. Asimismo, no siempre se aplica la proporcionalidad, ya que por un lado se ve cómo un criminal sale libre de inmediato mientras a otro sujeto menos peligroso -o sin antecedentes- se le aplican fuertes medidas tales como detención preventiva o exageradas fianzas fuera de su alcance económico. Parece ser que los jueces son más duros mientras más indefenso es el acusado. Si se trata de un asesino o narcotraficante, saben que hay una mafia por detrás y se cuidan muchísimo, reservando la dureza para cuando pueden aplicarla contra alguien que no se tomará revancha por no pertenecer a ninguna agrupación delincuencial ni tener medios.
Lo más lamentable, empero, es la violación permanente del principio universal de presunción de inocencia mientras no se pruebe lo contrario. Y esto sucede tan pronto vienen las acusaciones, algo a lo que con desmedido entusiasmo se pliegan muchos medios de comunicación, sin darse cuenta del daño institucional y personal que generan con ese proceder que daña indiscriminadamente honras ajenas. Sin que ni siquiera haya comenzado el juicio, muchas veces el acusado ya es “sentenciado” públicamente con todo rigor y se lo trata como felón comprobado. Ni mujeres embarazadas se salvan de aparecer en público con esposas en las muñecas, tal como si fueran terroristas o asesinas consumadas y esto ocurre ¡mientras teóricamente se presume la inocencia! No hay tal presunción de inocencia y tampoco se aplica el principio de duda razonable a favor del acusado.
Los papeleos burocráticos de la justicia también pueden ser exasperantes; todo se hace con absoluto respeto altoperuano por inocuas formalidades y con absoluto desprecio por la persona humana y por el tiempo desperdiciado. En las películas vemos que el juez en los Estados Unidos, al concluir un proceso y si el acusado fue declarado inocente, le dice “está usted en libertad de irse” e inmediatamente el reo liberado se va a su casa o a la calle.
Aquí, entre lo que ordena un juez y la salida del prisionero pasan días, a veces semanas. Otra barbaridad de la “justicia” boliviana, plagada de injusticias y que estos tiempos de “cambio profundo” deberían haber enmendado pero parece que -por lo menos hasta el momento y por lo que leemos o vemos- se trata de una asignatura pendiente que debe tener urgente solución.
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