La campaña electoral no solo sube de tono por los insultos y las acusaciones, sino porque entran en juego las movidas de inteligencia y espionaje, con audios ocultos y grabaciones secretas.
El primero corresponde al presidente Evo Morales, quien fue grabado de escondidas cuando hacía declaraciones machistas y confesaba que la Cumbre G-77 –cuyo costo fue de 80 millones de dólares- fue una estrategia para lanzar su campaña electoral. La segunda grabación pertenece a Samuel Doria Medina, a quien se lo escucha presionando de mala manera a una dama para que retire una denuncia de violencia doméstica y falta de asistencia familiar contra un candidato a diputado de Unidad Demócrata.
En el primer caso, el responsable de difundir la grabación, el candidato a senador del Movimiento Sin Miedo, Mario Orellana, fue detenido y enviado a la cárcel de Cochabamba, mientras que el líder del MSM y postulante a presidente, Juan del Granado, ha dicho que ha sido el propio presidente Morales el que dio la orden para detener a Orellana. Esto del machismo se instaló en la campaña, sobre todo cuando se trata de aquellos que no solo gritan fuerte y golpean en casa, sino los que han convertido al país en su propio canchón.
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