Es demasiado grave el tema y nos exige actuar en forma racional. De lo contrario, las propuestas extraviadas y autoritarias no se dejarán esperar
La semana que concluye ha estado marcada por el cruel asesinato de una profesional cruceña que ha removido los sentimientos y planteado las limitaciones que tenemos en materia de seguridad ciudadana y, también, una realidad de creciente violencia que no puede ser debidamente enfrentada.
Un hecho de esta naturaleza estimula los más atávicos sentimientos y uno de ellos es la venganza. Y así ha sucedido provocando una avalancha de mensajes a cual más irracional desde muchos ámbitos de la vida nacional, lo que también muestra un signo de anomia que debe hacernos reflexionar.
En este sentido, es intolerable que se utilice un caso tan dramático como éste para difundir ante la sociedad posiciones que no se compadecen de la verdad ni de la racionalidad. Cada vez se comprueba más que el incremento de las penas no evita el crimen, y que el país ha rechazado constitucionalmente la pena de muerte. Por tanto el marco jurídico para tratar estos delitos está dado y si es irresponsable obviarlo a la hora de la furia, es inadmisible que la Ministra de Justicia lo haga probablemente en función de rédito político.
Asimismo, son muchos los especialistas que sostienen, respaldados en la realidad, que no se trata de falta de normas o de que éstas sean laxas. De lo que se trata en el campo penal es que las leyes se apliquen y las instituciones encargadas de velar por la seguridad ciudadana actúen conforme a ley, acciones que actualmente no se presentan.
Además es imprescindible reflexionar sobre cuáles pueden ser las causas del incremento de la violencia y se hagan esfuerzos sostenidos para eliminarlas y garantizar una pacífica convivencia ciudadana. Los profundos cambios que estamos viviendo, la reestructuración de la familia, la recepción acrítica ante los mensajes de los medios de comunicación, la falta de espacios de diálogo y encuentro social, los cambios de paradigmas, sin que hasta ahora podamos reemplazarlos, así como la crisis de los sistemas de educación y un discurso dominante y permanente convocando a la confrontación, son algunos de esos síntomas que debiéramos analizar y, sobre todo, buscar en forma conjunta soluciones.
Se trata, sin duda, de una tarea para el largo plazo, pero que debe comenzar de una buena vez si no se quiere que sigan apareciendo actos de violencia criminal que escandalizan e interpelan en el corto plazo, pero que van cayendo a planos menos importantes a medida que pasa el tiempo y se presentan nuevos crímenes.
En este contexto y contradiciendo algunas posiciones, deberíamos aprovechar este tiempo electoral para que quienes terciarán en las elecciones de octubre presenten propuestas para enfrentar estos problemas y lo hagan con precisión y capacidad de arribar a acuerdos, incluso preelectorales, que permitan que la ciudadanía recupere algo de confianza en sus conductores.
Es demasiado grave el tema que se comenta y nos exige actuar en forma racional. De lo contrario, las propuestas extraviadas y autoritarias no se dejarán esperar, como se puede advertir en muchos de los pronunciamientos que han surgido esta semana y en las redes sociales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario