Decía un comentarista que en países con democracias maduras, si un candidato decidiera rehuir el debate con sus adversarios “ni su madre votaría por él”.
La negativa a debatir sería tomado no solo como un acto de cobardía y al mismo tiempo de soberbia, sino una violación a los principios básicos de la democracia, que exigen, más que a nadie, a las autoridades en ejercicio del poder, la obligación de rendirle cuentas a la gente, de someterse a una interpelación constante sobre el mandato que han recibido de la población.
En un reciente análisis realizado por la agencia de noticias EFE de España, se muestra las cuatro razones por qué el presidente y candidato Evo Morales se niega a debatir.
Básicamente son cuatro aspectos: estrategia de marketing político, desprecio hacia los opositores, falta de preparación intelectual y problemas de dominio de su carácter, lo que lo hace propenso a perder los estribos. Estos cuatro aspectos podrían resumirse en uno solo: una visión autoritaria de la política, algo que puede estar enquistado dentro de la mentalidad de los votantes. Para decirlo pronto, los principios democráticos todavía están muy lejos de las aspiraciones bolivianas.
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