LA HORA DEL ESCRACHE
El término "escrachar" antes usado y
conocido casi exclusivamente en Uruguay y Argentina, se ha puesto a disposición
de todos los latinoamericanos, sobre todo en aquellos países donde la corrupción, la coartada
libertad de expresión y actitudes totalitarias
que usan ciertos gobiernos para amedrentar tales como la judicialización de todo tipo de
iniciativa de oposición a determinadas políticas gubernamentales, ha
generalizado el término y activado su utilización.
La necesidad de una censura social hacia ciertos
individuos - cuyo poder emana de la
política- hace que la impotencia cobre impulso y encuentre salida en
manifestaciones populares de repudio no -ortodoxas.
La moral y los principios éticos parecieran haber pasado de moda. Antes, los
pillos hacían de todo para permanecer en el anonimato y se abstenían de hacer
ostentación de sus riquezas recientemente adquiridas. Pero juntamente a la era de la desfachatez, ha
llegado la era de la necesaria confrontación pública y escandalosa.
Desde hace un par de semanas, las víctimas de
"escrache" en diversos lugares públicos o en la puerta de sus casas
para que todo el vecindario se entere, ha llegado para catarsis de miles de
venezolanos que evidencian a estas horas, que la corrupción y el latrocinio del
chavismo en manos de Maduro -el abominable
sucesor de Chávez-, está haciendo alarde de los fondos saqueados al pueblo
venezolano por casi dos décadas, en importantes ciudades llenas de lujo y
glamur. Sea Madrid, Miami o París, siniestros personajes se pavonean luciendo
lujos recién adquiridos mientras en la tierra de Bolívar, están matando por
decenas a jóvenes que gritan basta al descalabro mientras otras decenas de
enfermos y niños, también están muriendo pero por criminal falta de medicamentos.
Venezuela ha tardado mucho en reaccionar, cuando
la situación casi ha llegado al borde de una guerra civil. Es comprensible
considerando que para ser uno de los países más ricos del mundo, era
inconcebible que llegara donde está. Los venezolanos no tenían en su memoria,
situaciones ni siquiera aproximadas. Pensar que estarían escarbando la basura
de los protegidos del régimen, tratando de encontrar algún residuo que saciara
su hambre, es de verdad un cuadro que no cabía en el imaginario colectivo. es
más fácil ser pobre y acostumbrarse a la riqueza que al revés.
Miles son los ciudadanos que en una especie de
diáspora del Siglo XXI, se han visto obligados a migrar, la mayoría de ellos a países
vecinos como Colombia o Brasil, escapando de lo que no pueden asimilar. Todo el
discurso socialista revolucionario, sólo ha traído tragedia, pobreza y
desesperación. Encima, para los venezolanos agraciados geográficamente en el
paraíso conocido como Caribe, siempre han hecho gala de liviandad de ánimo, de
risas despreocupadas y alegría de vivir, ayudados además por el clima tropical, la cercanía del mar y la
vegetación lujuriante, era pues inimaginable una pesadilla de estas
dimensiones.
El petróleo ha brotado por doquier en
Venezuela. Muchos países han sobrevivido
con esa riqueza. Y los dólares han caído por siempre como una catarata
imparable de recursos para su bienestar. Dubái es en estos momentos, la
expresión más precisa de lo que hace la ingente riqueza bien administrada.
Porque la plata llama a la plata.
Es claro que son muchas las enseñanzas que está
dejando el drama venezolano. Nadie se
debe recostar en una fuente exclusiva de ingresos y menos dormirse en los
laureles. Por supuesto que la capacidad destructiva de toda la actividad industrial
estatal más los emprendimientos privados
que al final son los generadores de riqueza que ha liquidado la mal llamada
revolución bolivariana, debe ser un caso
único en el mundo. Pero hay que
detenerse a pensar que experimentar en un país con ingresos mucho menores -como
es el caso de Bolivia- , la urgencia de activar alertas se hace indispensable.
En nombre de un socialismo trasnochado y caduco,
aceptar que el estado sea el administrador de vidas y haciendas privadas, es lo
más cercano a un suicidio colectivo. Todo eso, sumado a una perversidad
enfocada en la aniquilación de emprendimientos basados en el riesgo de
inversión y esforzado trabajo, es lo que puede con facilidad, transformar una
sociedad estable y que debería igualar a todos hacia arriba, en una verdadera
catástrofe.
Los grupos interesados pueden a la larga
convertirse en los verdaderos enemigos de un gobierno al momento de pretender
hacer un alto para no terminar de desbarrancar. Los intereses de estos grupos,
adictos a las mieles del poder, es
probable que terminen por tomar de rehén, en este caso al caudillo, pues está
en juego su supervivencia. El miedo a perder la impunidad y enfrentar a la ineludible
interpelación de la sociedad, hace que no se le permita dar un solo paso atrás.
Y esta parece ser la situación actual de Nicolás Maduro. Por muy listo que esté
su equipaje para irse, por ejemplo, de asilado a Panamá, hay cientos de
interesados en dejarle saber que solo, jamás. Deberá ir con ellos hasta el
final.
Karen Arauz
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