La batuta se indigna
Harold Olmos
El chasquido de los gases lacrimógenos disparados por la Guardia Nacional Venezolana sobre los manifestantes que acosan a su régimen fue insuficiente el 4 de mayo para sofocar la voz de quien hasta poco antes había evitado, a pesar de los reclamos de muchos de sus compatriotas, abordar de frente el terremoto político y económico que cunde en su país. Gustavo Adolfo Dudamel Ramírez, el genial director de orquesta a cargo de la filarmónica de Los Ángeles, en California, apuntó indignado la batuta hacia el régimen militar socialista de Nicolás Maduro y en su página web declaró: “Levanto mi voz contra la violencia y la represión. Nada puede justificar el derramamiento de sangre. Ya basta de desatender el justo clamor de un pueblo sofocado por una intolerable crisis”.
El día anterior había muerto de un tiro en la cabeza el joven de 17 años Armando Cañizales, del sistema de orquestas que Dudamel había ayudado a organizar en Venezuela y del cual han surgido decenas de jóvenes artistas. En la descripción refinada del ministro de Interior, Justicia y Paz, Néstor Reverol, el joven talento murió en Caracas alcanzado por “una esfera metálica cromada de 8 milímetros” durante la marcha opositora del 3 de mayo, una de las tantas que estremecen a Venezuela desde hace más de un mes, con una cuenta mortífera hoy cercana a 40 víctimas.
Fue demasiado para el director que comandó una de las mejores interpretaciones polifónicas de “Caballo Viejo”, del compositor hace pocos años fallecido Simón Díaz, una especie de himno nacional venezolano que desde hace medio siglo se canta en toda América Latina. Dudamel apuntó al régimen a cargo de su país, que ha sido pródigo al abrir la billetera para apoyar algunos proyectos artísticos que, de paso y mientras hubo abundancia, le ayudaban a ensayar un rostro diferente al que está acostumbrado el venezolano corriente. Con el peso de la reverencia de los artistas en Venezuela y el respeto que el mundo le confiere, es posible que Dudamel haya escrito la recriminación más sentida recibida por el heredero de Hugo Chávez.
Cañizales fue enterrado al mediodía arrullado en las notas tristes de violas y flauta dulce de sus compañeros de la orquesta sinfónica juvenil de la que era parte, en medio de la congoja que colmaba el Cementerio del Este caraqueño. Con solemnidad impresionante, más de 50 de sus colegas tocaron el segundo movimiento de la séptima sinfonía de Beethoven. Las notas llegaron a las fibras de los cientos de presentes en la ceremonia y, por lo que se pudo ver en la TV, eran muy pocos los ojos secos ante un precepto que algunos líderes no captan o no entienden: Nada vale una vida.
Dudamel no es el único entre figuras populares que ha alzado la voz contra el régimen venezolano. Son cada vez más frecuentes los desencantos de personajes que bajan el pulgar junto con las multitudes que llenan avenidas, muchos angustiados por el horror de no saber qué comerán al día siguiente. La semana pasada, jugadores venezolanos afamados de las grandes ligas de béisbol protestaron contra la represión policial y también le reclamaron democracia para su país. El presidente venezolano puede ostentar con holgura el título de mandatario más repudiado, por lo menos en el hemisferio. Por temor al repudio generalizado, sus escasos aliados del Socialismo del Siglo XXI se refieren cada vez menos a las tribulaciones con final al parecer inevitable que ahogan a Maduro.
El repudio lo sienten los representantes venezolanos. Hace unos días, un diplomático venezolano fue hostigado por una mujer en un supermercado suizo. Le gritaba “ladrón”, “corrupto” y otros epítetos de calibre. Para disimular la ira y el rubor que lo embargaban, el diplomático pretendió con sonrisas forzadas que la mujer le hacía gestos amistosos. No logró aplacar a su interpelante y acabó escabulléndose del lugar. Peor suerte tuvo el Defensor del Pueblo Tarek William Saab, quien en Líbano soportó la incomodidad de ver interrumpida la conferencia que dictaba sobre derechos humanos. Dos mujeres aparecieron de repente en primera fila y una de ellas se envolvió con una bandera con los colores venezolanos y a voz en cuello le gritó “¡mi pueblo se muere! ¡Los están matando! ¿Dónde están los derechos humanos?”. Su compañera filmaba el video que poco después corrió por el mundo.
Tarek William Saab venía de una situación embarazosa. En Venezuela su hijo Yibram Saab había difundido un video en su cuenta de Internet condenando la represión policial-militar hacia los manifestantes que reclaman libertades y elecciones generales. El funcionario declaró que su hijo era libre de opinar y que él lo amaba. Pero el amor filial así explicitado no impidió un nuevo tweet de su hijo con el mismo pedido.
Con todo el poder que representa, el Ministro de la Defensa, Gral. Vladimir Padrino López se vio frente al pedido embarazoso de dos primos hermanos para que reflexione sobre su papel como comandante de las Fuerzas Armadas. Su primo Ernesto Padrino le dijo que hay venezolanos que mueren de hambre y gente escarba en la basura en busca de desperdicios. Su prima Carolina Padrina se atrevió más y le dijo que era una burla que el presidente Maduro saliese a bailar en momentos en que había manifestaciones en la calle. “Es una burla… no estamos para bailar”, le dijo por escrito.
Cuánto tiempo podrá el régimen soportar estas presiones, era en estos días de mayo una cuestión cuya respuesta todos querrían saber. Una unanimidad era que no habría que esperar mucho y que pronto podrían ocurrir defecciones en el régimen.
El chasquido de los gases lacrimógenos disparados por la Guardia Nacional Venezolana sobre los manifestantes que acosan a su régimen fue insuficiente el 4 de mayo para sofocar la voz de quien hasta poco antes había evitado, a pesar de los reclamos de muchos de sus compatriotas, abordar de frente el terremoto político y económico que cunde en su país. Gustavo Adolfo Dudamel Ramírez, el genial director de orquesta a cargo de la filarmónica de Los Ángeles, en California, apuntó indignado la batuta hacia el régimen militar socialista de Nicolás Maduro y en su página web declaró: “Levanto mi voz contra la violencia y la represión. Nada puede justificar el derramamiento de sangre. Ya basta de desatender el justo clamor de un pueblo sofocado por una intolerable crisis”.
El día anterior había muerto de un tiro en la cabeza el joven de 17 años Armando Cañizales, del sistema de orquestas que Dudamel había ayudado a organizar en Venezuela y del cual han surgido decenas de jóvenes artistas. En la descripción refinada del ministro de Interior, Justicia y Paz, Néstor Reverol, el joven talento murió en Caracas alcanzado por “una esfera metálica cromada de 8 milímetros” durante la marcha opositora del 3 de mayo, una de las tantas que estremecen a Venezuela desde hace más de un mes, con una cuenta mortífera hoy cercana a 40 víctimas.
Fue demasiado para el director que comandó una de las mejores interpretaciones polifónicas de “Caballo Viejo”, del compositor hace pocos años fallecido Simón Díaz, una especie de himno nacional venezolano que desde hace medio siglo se canta en toda América Latina. Dudamel apuntó al régimen a cargo de su país, que ha sido pródigo al abrir la billetera para apoyar algunos proyectos artísticos que, de paso y mientras hubo abundancia, le ayudaban a ensayar un rostro diferente al que está acostumbrado el venezolano corriente. Con el peso de la reverencia de los artistas en Venezuela y el respeto que el mundo le confiere, es posible que Dudamel haya escrito la recriminación más sentida recibida por el heredero de Hugo Chávez.
Cañizales fue enterrado al mediodía arrullado en las notas tristes de violas y flauta dulce de sus compañeros de la orquesta sinfónica juvenil de la que era parte, en medio de la congoja que colmaba el Cementerio del Este caraqueño. Con solemnidad impresionante, más de 50 de sus colegas tocaron el segundo movimiento de la séptima sinfonía de Beethoven. Las notas llegaron a las fibras de los cientos de presentes en la ceremonia y, por lo que se pudo ver en la TV, eran muy pocos los ojos secos ante un precepto que algunos líderes no captan o no entienden: Nada vale una vida.
Dudamel no es el único entre figuras populares que ha alzado la voz contra el régimen venezolano. Son cada vez más frecuentes los desencantos de personajes que bajan el pulgar junto con las multitudes que llenan avenidas, muchos angustiados por el horror de no saber qué comerán al día siguiente. La semana pasada, jugadores venezolanos afamados de las grandes ligas de béisbol protestaron contra la represión policial y también le reclamaron democracia para su país. El presidente venezolano puede ostentar con holgura el título de mandatario más repudiado, por lo menos en el hemisferio. Por temor al repudio generalizado, sus escasos aliados del Socialismo del Siglo XXI se refieren cada vez menos a las tribulaciones con final al parecer inevitable que ahogan a Maduro.
El repudio lo sienten los representantes venezolanos. Hace unos días, un diplomático venezolano fue hostigado por una mujer en un supermercado suizo. Le gritaba “ladrón”, “corrupto” y otros epítetos de calibre. Para disimular la ira y el rubor que lo embargaban, el diplomático pretendió con sonrisas forzadas que la mujer le hacía gestos amistosos. No logró aplacar a su interpelante y acabó escabulléndose del lugar. Peor suerte tuvo el Defensor del Pueblo Tarek William Saab, quien en Líbano soportó la incomodidad de ver interrumpida la conferencia que dictaba sobre derechos humanos. Dos mujeres aparecieron de repente en primera fila y una de ellas se envolvió con una bandera con los colores venezolanos y a voz en cuello le gritó “¡mi pueblo se muere! ¡Los están matando! ¿Dónde están los derechos humanos?”. Su compañera filmaba el video que poco después corrió por el mundo.
Tarek William Saab venía de una situación embarazosa. En Venezuela su hijo Yibram Saab había difundido un video en su cuenta de Internet condenando la represión policial-militar hacia los manifestantes que reclaman libertades y elecciones generales. El funcionario declaró que su hijo era libre de opinar y que él lo amaba. Pero el amor filial así explicitado no impidió un nuevo tweet de su hijo con el mismo pedido.
Con todo el poder que representa, el Ministro de la Defensa, Gral. Vladimir Padrino López se vio frente al pedido embarazoso de dos primos hermanos para que reflexione sobre su papel como comandante de las Fuerzas Armadas. Su primo Ernesto Padrino le dijo que hay venezolanos que mueren de hambre y gente escarba en la basura en busca de desperdicios. Su prima Carolina Padrina se atrevió más y le dijo que era una burla que el presidente Maduro saliese a bailar en momentos en que había manifestaciones en la calle. “Es una burla… no estamos para bailar”, le dijo por escrito.
Cuánto tiempo podrá el régimen soportar estas presiones, era en estos días de mayo una cuestión cuya respuesta todos querrían saber. Una unanimidad era que no habría que esperar mucho y que pronto podrían ocurrir defecciones en el régimen.
Copyright © · eju.tv
No hay comentarios:
Publicar un comentario