Ante las acusaciones de Evo Morales, el Prefecto de Cochabamba negó enfáticamente que tenga algo que ver con los sucesos sangrientos de Arani. Morales había replicado la declaración de Reyes Villa responsabilizando al Gobierno de los incidentes en Arani "que bien pudieron haber sido evitados". Lamentable que la Administración de turno, pretenda lavarse las manos de la sangre derramada. Cuando Morales era oposición, por menos de ésto ya habría llenado de insultos al Gobierno con adjetivos como: "asesino", "masacrador", "oligarca que olvida los derechos humanos", etc.
No es posible lavarse las manos
Mauricio Aira
Estamos repitiendo el mismo error de Huanuni, que teniendo oportunidad el Gobierno de asumir medidas preventivas, esperó a “que se maten entre ellos” y acudió tarde cuando la sangre había llegado al rio. En Arani el conflicto data de algunas semanas, vez tras vez se publicaron las quejas de los estudiantes de Arani que pedían cursos paralelos de su normal rural en la cercanía del pueblo en lugar de ser obligados a viajar a Vacas, especialmente por razones económicas. El pedido bastante racional podía haber sido atendido por un viceministro que no obstante haberse comprometido a encontrar en el sitio, una solución concreta, no lo hizo, sino que esperaron el calentamiento de los ánimos, las manifestaciones, los hechos de fuerza que muchos condenaron incluyendo éste Editor partiendo del hecho de lo injusto que resultaba privar de gasolina al transporte de Cochabamba. Tanto en los muertos de Huanuni, como de Arani el Gobierno se lava las manos y maneja la información cual si las víctimas mortales pertenecieran al espacio sideral.
Falta total de ética, sinceridad, objetividad en el tratamiento de éstos hechos de sangre. Más aún se muestra como un resultado exitoso “el pago de una indemnización por el muerto y los gastos de curación de los heridos”, cual si unos pocos miles de pesos pudieran compensar la irreemplazable pérdida de la vida humana. Es más, el mismísimo Presidente convoca a los periodistas y sin prueba alguna atribuye al Prefecto Manfred Reyes de los sucesos de Arani, como culpó de las muertes de Huanuni a los cooperativistas mineros sin haber producido hasta hoy la acusación formal. El Presidente “promete que hará pagar con la cárcel al autor de la muerte” cuando es bien sabido que por el caso del 11 de enero, no hay un sólo detenido, un sólo inculpado, los sucesos están en la nebulosa a pesar de la indignación del pueblo de Cochabamba por la sangre derramada.
También se lava las manos en el caso de la controversia entre Sucre y La Paz por la capitalidad, cuando el inventor de la Asamblea es el mismísimo Evo Morales, el aleccionador de los cambios, quién dió todo su apoyo a que La Paz realizaba un multitudinario cabildo, que el vice-presidente estimuló y apoyó en forma pública y parcializada porque en el “cálculo político simplón y oportunista” había que oponer al millón de Santa Cruz, otro millón en El Alto para la exportación y el beneplácito de las ONGES que financian todo el proceso anarquizante y desquiciador que se vive en la Bolivia del MAS.
Producido el embrollo insiste el Presidente en confrontar a Sucre y La Paz, es que desconoce que Sucre es la Capital, en ello no hay vuelta de hoja y que por la fuerza de las armas y del capitalismo industrial minero de los 1900, les resultaba más cómodo tener el poder cerca de los mandos económicos de entonces y no les importó “la guerra civil” que chuquisaqueños, potosinos, tarijeños y otros resistieron para llevarse el poder Ejecutivo y el Congreso de Sucre a La Paz. Por tanto en una ecuación histórica imperdible la sede de los poderes, o sea la Capitalidad Plena, no es asunto sólo de La Paz y Sucre, es tema que concierne a toda la República, que pasando por la Asamblea, si acaso sobrevive a un debate imparcial, debe ser resuelto por un Referendum vinculante acatado por toda la Nación, aunque en su ejecución práctica se demore 20 o más años.
No se puede entender el empantanamiento a que el MAS está sometiendo al país, como quién desea ver pasar el tiempo y que no se resuelva nada, mientras se arma el andamiaje para la construcción de una sociedad que no es la nuestra, posiblemente copiada de otras realidades, y cuando se haya adormecido a los ciudadanos, que poco a poco se van cansando del ridículo trajín de asambleaístas de La Paz a Sucre, de Sucre a La Paz, y el peregrinaje de senadores y diputados con un incalculables costo para el Tesoro.
“Aún pediré otro premio a la Nación. No destruír la obra de mi creación, conservar entre todos los peligros la indpendencia de la Patria” reza el testamento escrito del puño de José Antonio de Sucre. El mandato está dirigido al Ejército Nacional, a los representantes de la ciudadanía, a todos los hombres y mujeres de Bolivia. Imposible desoírlo.
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