Actualidad de negociaciones con Chile
Mauricio Aira
Cuando dicen que las negociaciones con Chile para que se reconozca el derecho de Bolivia a su retorno al mar van por buen camino, asalta el derecho a la duda porque otra vez se manipula el tema y no se dice toda la verdad, dizque para no perjudicar las tratativas. Carlos Mesa siendo Presidente tuvo el coraje de retar a Ricardo Lagos entonces presidente de Chile a incorporar el reclamo de reivindicación marítima en la Agenda de discusiones que hasta entonces estaba marginada a no tocarse en la relación con Bolivia. El exmandatario que conoce cual ninguno la historia de Bolivia acaba de aclarnos que existe una palabra mágica para proseguir con las tratativas si no se persiste en el engaño al pueblo y ésta es hablar del acceso al Pacífico, pero con soberanía, puesto que por las tres cortas declaraciones de prensa que la Presidente Bachelet ha ofrecido sobre el tema, ha reiterado su concepto de “acceder a otorgar condiciones mejoradas en el comercio marítimo boliviano” que se puede interpretar de diversas maneras, menos de acceder a la soberanía que tradicionalmente reclama Bolivia. Más por el contrario Bachelet ha remarcado que “en ningún momento se habló de soberanía”.
La aparente benignidad de la Presidenta chilena con su par boliviano, que con sonrisas y abrazos ofreció dialogar dentro de una agenda de 13 puntos, se topa con una Ley vigente desde antes del llamado abrazo de Charaña que previene “será considerado traidor a la patria quién pretenda ceder un sólo metro del soberano territorio a tercera potencia”, la que no fue obstáculo para que el Presidente Bánzer aclamara como héroe a Pinochet por la posible concesión de una franja de tierra de 10 kilómetros de ancho pegada a la frontera con Perú, a cambio de un territorio de igual cantidad de kilómetros en las alturas mineralizados de Potosí.
El pretendido arreglo fue una propuesta demagógica a sabiendas de la negativa del Perú a reconocer como legítimo el corredor ubicado en territorio peruano a reivindicar y a la patética negativa de los potosinos “antes muertos que entregar un metro de la geografía potosina a los usurpadores del 1879” el resultado es que concluyó el episodio en el fracaso total, rubricado por la Declaración de Cochabamba de “no renunciar jamás a la legítima reivindicación marítima” con que culminó la visita de 100 ilustres cochabambinos al Presidente Bánzer (Comité Pro Mar. Gaby de la Reza, Hugo Bilbao, Cochabamba 1973)
Chile tiene la habilidad de emborrachar la perdiz, de entonar cantos de sirena, ofrecer esperanzas fallidas desde siempre. No bien concluía la contienda, todavía en el fragor de la batalla Bolivia reclamó por la vez primera contra la invasión y sus territorios copados en forma por demás arbitraria, la respuesta fue esperanzadora, y así se repite por la trigécima novena ocasión a lo largo de la dramática historia que sucede a la Guerra del Pacífico, una tras otra surgen las promesas que terminan en nada, no se avanza en la discusión sea porque no se hace participar de las mismas al Perú, parte sustantiva en una posible solución, sea porque no existe la voluntad política de parte de Chile, sea porque no encuentran en Bolivia un interlocutor válido, puesto que se ha quebrado la verticalidad de la reivindicación “para aceptar otras posibles soluciones” de las que responsable será la Administración vigente que parece confiar en “fuerzas políticas afines” dentro de Chile (grupos indígenas o socialistas radicales) sin mayor significación en el universo de los factores que podrían presionar por la salida al mar con soberanía para la República de Bolivia.
Si Bolivia pretende construír una identidad propia partiendo del supuesto de la liquidación del neo-liberalismo, sin tomar en cuenta la existencia de poderosos actores en el panorama político nacional y en la economía a escala humana que se viene, el verdadero cambió se dará cuando estén satisfechas las urgencias de empleo, alimentación, salud, vivienda, educación, ocio y seguridad, lo que nos permtirá asumir la reivindicación marítima unida indisolublemente al destino histórico de la Patria, sin engaños, sin demagogia, contando eso sí con la solidaridad continental y la fuerza de la Justicia que repare el daño irreversible que provocó en Bolivia y Perú la Guerra del Pacífico momentáneamente (en la perspectiva de la historia de la edad de los pueblos) favorable al invasor.
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