Un mar de susceptibilidades
Mauricio Aira
Bastó que algún líder autonómico hubiese mencionado el nacimiento de la Segunda República para que se escucharan condenas, denuestos, insultos pero también ciertas dudas acerca de las verdaderas motivaciones de un proceso que lleva muchos años y que ha sido calumniado hasta el hartazgo por un régimen que durante los últimos dos meses no ha hecho otra cosa que utilizar todas las bondades del poder para defenestrarlo cual si buscar la autonomía fuese el más grande pecado jamás concebido por ser humano. Lo más grave es que con motivo de la convocatoria a la consulta se ha profundizado la diferencia entre collas y cambas por la vertiente del odio y de la intolerancia. Daño éste irreparable que jamás debió darse y que será el baldón ante la historia del régimen masista que quedará para lo anecdótico e inverosímil.
Segunda república no es lo mismo que una república de segunda, de ninguna manera y para los que no piensan más allá de nuestra Patria recordemos que en Italia se acaba de proclamar la tercera república en relación a la visión existente que habla de la segunda república de los años 90 que se dió una crisis del sistema de partidos entonces imperante y que motivó la creación de una nueva ley electoral que debía encaminar hacia el bipartidismo, según nos ilustra la prensa internacional que peyorativamente nombra “la tercera de Berlusconi” y/o la “eliminación de la izquierda radical” que no figura más en la formación partidaria del Congreso y donde hoy los democristiano tienen presencia menos que discreta.
España tuvo también sus repúblicas varias para cuyos líderes la Segunda es cosa del pasado, carente de vigencia en el mundo de hoy o una que fracasó y periclitó, si bien varios de sus historiadores cuando se refieren a la Guerra Civil de 1931 “nadie estuvo luchando por una nueva República, ni la primera ni la segunda sino por una república a secas”, porque la primera nació el 11 de febrero de 1873. Lo evidente es que derechas e izquierdas se pusieron de acuerdo y la República quedaría como tal aun cuando en los hechos al igual que Suecia, Dinamarca o Noruega debería haber conservado el nombre de Reino que es lo que son, regidos por un monarca que en la práctica, caso especial de Suecia ha sido arrinconado a realizar las relaciones públicas conservando las tradiciones y un viso de respeto y autoridad hacia otros estados.
Todavía se efectúan los distingos de una primera unitaria, una segunda federal y si no descartan una tercera que adoptará o más bien readaptará la primera constitución poniendo eso sí de relieve, como deberíamos hacerlo los bolivianos que el surgimiento de las autonomías no supone el fin de la República nacida el 6 de agosto de 1825 más al contrario la Segunda podría suponer la reafirmación de la Primera con una nueva constitución que confirme los valores inconmovibles e inalienables que se han estado repitiendo en las 17 versiones que ha sufrido en los 182 años de existencia.
Se despertó una sana rebeldía en quienes no aceptamos que el cambio de Constitución implicaría el fin de una y el resurgimiento de otra y dentro del concepto tampoco acepta la mala costumbre de Francia de ir pasando de una república a otra por haberse encumbrado en el poder un grupo de intereses diferenciados a los anteriores, de ahí la resistencia moral, firme y constante de oponerse a una “refundación” que ha sido el slogan publicitario del MAS hasta que se olvidaron del mismo.
Se tiene claro que llamar Segunda República a la que surgirá de la aplicación de las autonomías y marcará el fin del centralismo y del caudillismo presidencial es apenas una idea para ilustrar los cambios que se vienen, de ninguna manera la sustitución del nombre, ni de los simbolos patrios, ni de la Ley de Leyes que seguirá siendo la misma que dictara Bolívar a los fundadores. Segunda, Tercera, ...pertenecen a una terminología insustancial, especialmente cuando no hay un sólo boliviano camba o colla, chapaco, potoco, pandino o chaqueño que haya pensado en ello. Todos nos sentimos orgullosos de nuestra nacionalidad y como dijera el Cardenal Cagliano “nadie ama a su patria por ser grande, sino porque es suya”. Nada que objetar sin embargo por la idea expuesta a título personal y que provocó histéricas pataletas de los chauvinistas que hoy más que nunca están encaramos al árbol del poder, sin pensar que nunca como ahora Bolivia depende tanto de Venezuela, de Cuba de las ONGs.
Una por una las utopías contenidas en el texto orureño, se han ido decantando en el debate, la última el legado de guardar respeto entre unos y otros (indios y blancos) que nos ha recordado Filemón Escóbar en su reciente libro De la Revolución al Pachakuti, nada de 36 naciones, una gran nación libre y soberana llamada Bolivia. También Portugal en su momento pasó por el debate para fundar la Segunda que no prosperó.
Por lo demás Yoyo Pando se ha encargado de puntualizar que la Segunda se refiere a la terminación del centralismo, que las autonomías tendrán mayor espacio para decidir por sí mismos, que el mismo departamento de La Paz ha sido víctima del centralismo no obstante las inmensa riquezas que posée su suelo y ha ratificado que Santa Cruz no quiere dividir pretende “ser la brújula, el timón” de la nueva edición de Bolivia. En suma porque estamos navegando en un mar de dudas y susceptibilidades, cualquier enunciado perturba la mente y mueve al insulto inmotivado.
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