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domingo, 20 de abril de 2008

Miguel Angel Malavia desde Periodista Digital, suplemento Religión nos ofrece ésta hermosa semblanza del Papa Benedicto


Tras la muerte de Juan Pablo II ‘el Magno’ un 2 de abril de 2005, la cristiandad católica retuvo la respiración durante unos días de luto, agradecimiento, oración y esperanza. Finalmente, ese 19 de abril el Espíritu Santo soplaba en la dirección de un ser sencillo, inteligente y de apariencia débil. Joseph Ratzinger era ya y para siempre Benedicto XVI. Él, a quien muchos tachaban de “panzer”, “integrista” e “inquisidor”, enseguida se mostró como un prodigioso Papa cuya primera encíclica resumía en una frase la esencia de la fe cristiana: Dios es Amor.
Hoy se cumplen tres años desde aquella inolvidable tarde en la que te apareciste al mundo vestido de blanco impoluto, con las mangas de la camisa aún teñidas del negro del cardenalato. Tu sonrisa tímida ya hacía ver a los que no te conocían que no podías ser un ortodoxo censor. Tu presentación como “humilde trabajador en la viña del Señor” mostró la falsedad de aquellos que te situaban en el altar de los inaccesibles.
Eres culto, inteligente, cariñoso, tímido. No, no eres como Juan Pablo II. Pero eres nada más y nada menos que Benedicto XVI. A él le quisimos por ser el Papa y por ser como era. A ti te queremos por ser el Papa y por ser como eres. Gracias a Dios todos sois diferentes y todos sois el Papa necesario para cada momento.
Para los que te achacan que vives en tu propia realidad, irreal a lo que es el mundo que pasa frío y hambre por estar tras los gruesos muros vaticanos, has demostrado de sobra que no es así en el viaje que estás desarrollando en EEUU. Allí te has remangado las mangas de la camisa y has metido tus frágiles manos de pianista en la mierda de la pederastia que azotó a nuestra Iglesia hace algunos años. Podías haberte limitado a pedir una oración por las víctimas, pero te reuniste directamente con ellas y escuchaste cara a cara sus padecimientos, sufriendo a la vez con ellos. Podía haber pedido genéricamente “por la Iglesia americana”, pero te has metido en su seno y has hecho autocrítica de la de verdad, reconociendo que los problemas no se solucionan pagando indemnizaciones, cambiando a los sacerdotes de diócesis y pidiendo silencio y olvido. No, algo tan dramático como lo que hicieron algunos de nuestros representantes se soluciona así, pidiendo perdón a la cara a las víctimas, sufriendo con ellas y garantizando que jamás volverá a suceder un horror de ese tipo.
Dios mío, gracias por este don en forma de extraordinario Santo Padre. ¿Qué más podemos pedir que un Papa teólogo, intelectual, cercano al alma humana, comprometido con la Verdad y con los que sufren la injusticia? Que nos los guardes por muchos años más.
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA

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