Carlos Portillo, un diputado paraguayo que se jactaba de su gran nivel intelectual, con varios doctorados en su haber, además de ser dueño de un amplio dominio de idiomas diversos, quedó en ridículo cuando una presentadora de televisión le pidió que cuente hasta diez en inglés y el parlamentario terminó chipado y confesando que apenas había tomado algunas clases del idioma de Shakespeare.
Hace unos días pasó algo parecido frente a las cámaras con el canciller Choquehuanca y su “reloj cangrejo”. El inventor no quedó muy bien leyendo la hora al revés. Habría que seguir en ese tren y pedirle por ejemplo que demuestre cómo lee en las arrugas de los ancianos; otros podrían hacer una demostración de la orina y sus diferentes usos y tal como sucedió con el legislador guaraní, tal vez hacer un breve repaso a los más altos funcionarios sobre el uso de algunas de las lenguas oficiales reconocidas por la Constitución.
Hay tantos asuntos por demostrar en este nuevo país que la lista de pruebas puede ser extensa e incluir por ejemplo, lectura veloz, historia de la derrota del imperio romano a manos de los aymaras, propiedades gastronómicas y alimenticias de la coca y la papalisa, pollos hormoneados, etc, etc.
No hay comentarios:
Publicar un comentario