Historia repetida
Editorial del diario El Dia
Cuando a Evo Morales le exigieron una opinión sobre la invasión de los campesinos de Ucureña a Santa Cruz a finales de los años ‘50, el Presidente se excusó diciendo que él no había nacido cuando ocurrió ese oprobio de detenciones, persecución y muerte con la que el poder central del MNR aplastó las luchas cívicas, que fueron tildadas de separatistas, por exigir el pago de las regalías petroleras.
Pese a que no fue testigo de esa barbarie, el Presidente ha dado muestras suficientes de que conoce perfectamente lo que sucedió porque ha vuelto a aplicar el mismo libreto y esta vez no puede alegar inocencia. Encima se burla de los cruceños, poniéndole el nombre de Andrés Ibáñez a la Ley Marco de Autonomías, una antítesis de la descentralización. El líder federalista igualitario fue asesinado en 1877 en una anterior incursión armada sobre Santa Cruz, por el mismo centralismo que envió a los ucureños en 1957 y 1959 y que provocaron la masacre de Terebinto.
Hoy, 52 años después de ese triste episodio también hay muertos qué llorar, hay perseguidos y ucureños con uniforme que metieron bala para desprestigiar a toda una región, destruir a sus líderes y conseguir una nueva humillación consistente en truncar sus aspiraciones autonómicas.
Lo que resulta curioso es que Evo Morales se niegue a compararse con los líderes del MNR, cuyos bustos y retratos han sido retirados del Palacio Legislativo. Él ha preferido mostrar mayores consideraciones con los dictadores de los años ‘70, a quienes ha liberado de toda responsabilidad por las barbaridades cometidas, para achacárselas a los políticos que tocaron las puertas de los cuarteles y a la influencia de Estados Unidos en los procesos militares del continente.
Evo Morales vuelve a alegar inocencia. Dice que él jamás fue víctima de los dictadores, aunque recuerda que en 1978, cuando cumplía con su servicio militar, pudo ser testigo de las atrocidades que se cometían en los cuarteles contra los opositores. No se puede entender que el portador de un férreo espíritu rebelde y revolucionario no haya reaccionado en esa ocasión y peor aún que hoy esté justificando ese tipo de actos.
Justificar al dictador Luis García Meza no sólo es avalar sus atropellos en contra de la democracia y los derechos humanos sino apoyar la instauración de una “narcodictadura” que llevó al país a un período de oscurantismo, con la penetración de mafias extranjeras y la entronización de verdaderos reinos y principados de la cocaína.
Se entiende perfectamente que el Presidente se haga el desentendido con la historia de sometimiento de Santa Cruz frente al andinocentrismo, acentuado hoy por medio por un régimen absolutista que usa la “aymarización” del país como herramienta de dominación ideológica. Lo que resulta desconcertante es que exprese unas generosas consideraciones hacia jefes militares que jamás podrían alegar inocencia u obediencia debida para encubrir asesinatos, desapariciones y peor todavía, conducir al país hacia el sendero de las drogas. Es posible que el Presidente haya cometido un lapsus al hablar el otro día en un acto que debía ser de condena al golpe de García Meza. De otra forma habría que entender que Evo Morales está comenzando a establecer una empatía con procesos políticos que guardan ciertas similitudes con el actual.
El MAS ha truncado las aspiraciones autonómicas de Santa Cruz con las mismas armas usadas contra la región en los años ‘50.
No hay comentarios:
Publicar un comentario