De documentales truchos y del miedo de las autoridades
Uno de ellos dijo que era licenciado y después se supo que había faltado a la verdad. Otro señaló que no veía a su exnovia desde 2007, pero posteriormente al circular una foto junto a ella masivamente, explicó que no la había reconocido en un carnaval de Oruro. Ese mismo declaró que desconocía que LaMia operaba en el país y luego se lo vio en fotos dentro de la cabina de uno de sus aviones. Un tercero expresó que Walter Chávez nunca fue asesor del Gobierno. Varios indicaron que se habían enterado de la represión de Chaparina y “a través de los medios”. Alguno de ese grupo aseguró que se había “roto la cadena mando”.
Los mismos expresaron que no sabían de las corruptelas del Fondo Indígena. Y así. Todos esos, ahora, cosa curiosa, usan recursos estatales para producir un documental que ataca a los periodistas de un puñado de medios independientes. Yo soy uno de los mencionados.
No deja de ser indignante que los que falsean, ocultan y manipulan la información tengan cara para calificar de “mentiroso” a un grupo de periodistas. Es el mundo al revés, los conejos hablando de dientes.
El caso Zapata existió. Morales dijo públicamente el 5 de febrero que había tenido un hijo con Gabriela Zapata, pero que el niño había muerto (luego supimos que en realidad él no sabía si el niño había nacido o no). Además, es un hecho que esa exenamorada obtuvo, a los 26 años, y sin ser profesional, un trabajo en una empresa china, nada menos que como encargada de negociar contratos con el Estado. Y que la empresa logró millonarios acuerdos, la mayoría por contratación directa. Una justicia independiente, si existiera, podría indagar si ello entraña o no tráfico de influencias. Pero esa justicia no existe. Por el contrario, la exnovia, además de un chofer y una funcionaria intermedia están hoy detenidos y del caso se sabe muy poco.
El oficialismo cree que fue derrotado en el referéndum sólo por la difusión de ese caso, pero olvida mencionar que previamente ya había perdido porcentajes importantes de voto por la corrupción del Fondo Indígena (1.040 dirigentes recibieron en total 514 millones de dólares en sus cuentas bancarias particulares), por las palizas a los discapacitados, por el maltrato al movimiento cívico potosino, por construir palacios en vez de pensar en políticas de desarrollo, por demostrar una descontrolada angurria de poder, por la ineficiencia, por la corrupción, etc. La gente no es tonta, se da cuenta y acude a votar. Todo eso sumó el 51% de voto en contra y le propinó a Su Excelencia la primera derrota electoral de su vida.
Pero el acto desproporcionado (e irreflexivo) de hacer un documental contra cuatro medios de comunicación y cuatro periodistas, que conformarían un supuesto “Cártel de la mentira”, movilizando recursos estatales, y luego promoviendo su difusión gratuita en canales de TV y salas de cine, demuestra tres cosas: lo dolido que está el Gobierno con el trabajo de la prensa independiente, que ciertas autoridades buscan a como dé lugar un pretexto para “lavarse la cara” frente al Presidente, y el miedo que empiezan a sentir las autoridades.
Me voy a referir a los dos últimos puntos: el entorno le aseguró a Evo que ganaría el referéndum. Y luego, éste lo perdió. ¿Cómo responder ante el jefe? ¿Cómo pasar esa vergüenza? ¿Admitiendo alguna falla? ¡Jamás! Lo que hicieron fue, como siempre, pasar a la ofensiva y acusar a cuatro gatos (con el perdón del exdirector de Página Siete, Juan Carlos “Gato” Salazar) de haber provocado la derrota. Realmente, si un minúsculo grupo de comunicadores, algunos de ellos de medios acorralados y locales, logró la derrota del “Sí” en el referéndum, entonces Evo y su Gobierno son bastante más débiles de lo que uno podría imaginarse.
Lo más importante de todo, sin embargo, es qué busca el Gobierno intentando amedrentar a periodistas, y, paralelamente, a columnistas, ONG, intelectuales y otros: lo hace para eternizarse en el Gobierno. La desesperación, la angurria de poder del entorno palaciego es ya indisimulable. Obviamente esa mamadera es demasiado sabrosa para que sea abandonada.
Y, finalmente, hay miedo. Ese entorno sabe que el día que haya un cambio de Gobierno estará en riesgo. Los abusos, los hechos de corrupción y las irregularidades que ha cometido son tan grandes que percibe que severas sanciones en su contra podrían ser inevitables. Por eso sus miembros se agarran con uñas y dientes. Paralelamente, las encuestas indican que el MAS perdería cualquier elección, estando Morales en la papeleta o no.
Raúl Peñaranda U. es periodista. Twitter: @RaulPenaranda1
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