Como casi siempre ocurre, los aspectos irregula-
res (si los hay) se revelan solo una vez surgido el drama. Hasta antes del trágico hecho, la aerolínea LaMia aparecía con buena imagen y hasta favorecida por las esferas gubernamentales de Bolivia. Realizó el transporte de varias selecciones y equipos sin ningún problema.
El propio presidente Evo Morales y varios de sus colaboradores viajaron en sus aviones. Empero, he aquí que una vez producido el siniestro comenzaron los interrogantes y se fue “destapando” una serie de irregularidades, entre ellas la grave circunstancia de autorizar la salida del avión sin haber cargado el extra reglamentario de combustible para emergencias. En fin, la investigación aún está en curso y por eso preferimos no emitir de antemano ningún juicio de valor. Lo realmente importante, lo que vale ahora, es aclarar al máximo los alcances de la tragedia, sus causas reales, e impedir que algo tan horrible se repita.
La imagen de Bolivia está en juego ante la comunidad sudamericana e internacional. Es por eso que todo debe aclararse al 100%, sin dejar
ningún resquicio de duda ni ocultar nada, agregando la certificación de los fabricantes de la aeronave, cuyos técnicos especializados están ahora inves-
tigando la llamada “caja negra”, el instrumento que registra datos técnicos y voces de la cabina durante el vuelo.
Un esclarecimiento pleno de la cadena de hechos que precipitaron el colapso será el mínimo homenaje que se le podrá rendir a un grupo de jóvenes que hasta pocos minutos antes de fallecer estaban felices, cantando y escuchando música. Esas vidas inocentes merecen que se conozca la verdad. Tal debe ser el firme compromiso de las autoridades de los tres países que intervienen en la investigación.
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