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miércoles, 21 de diciembre de 2016

otra personalidad, la de Juan Antonio Morales critica "el cártel de la mentira" y dico sus razones, un periodista de la Quiaca con una visión sesgada e inspirada por "su ministra" y que se está quejando que lo discriminan por ser argentino, y que no hay ética en las críticas...lo cierto es que nadie defiende "su documental" que les parece muy mediocre aunque la "foto es buena" según Valverde.

Sexo, mentiras y cintas de video

               

Juan Antonio Morales



El video El cártel de la mentira me ha hecho recuerdo del título de la película de 1989 de S.
Soderbergh. El video de Salari y la película de Soderbergh son obviamente diferentes pero son tangentes entre sí.

Confieso no haber visto el documental de Salari porque las declaraciones de los ministros Quintana y Ferreira me quitaron completamente las ganas de hacerlo. Simplemente el costo de oportunidad de mi tiempo es muy alto para perderlo viendo y escuchando denuestos contra distinguidos periodistas y prestigiosos órganos de prensa. Se ha de recordar que los artículos y opiniones de los denostados se basan en declaraciones de las propias autoridades de gobierno.
El que el Presidente del Estado Plurinacional haya tenido una wawa o no con su ocasional compañera es un tema para las crónicas de farándula de la revista Vanidades y no es lo más importante. El tema de fondo era y es el del tráfico de influencias, y las interferencias de la CAMC con las decisiones de políticas públicas. La oposición y la prensa tienen bien documentados informes al respecto. Todavía nos faltan aclaraciones convincentes por las autoridades; las que han dado no parecen creíbles.
Un documental preparado por un periodista del sur de La Quiaca, con una visión completamente sesgada y comanditada por su amigo ministro, no inspira confianza. Reconozco que de vez en cuando, por un error de zapping (que Dios me perdone), veo y escucho a Salari en el canal iraní de televisión, defendiendo con su tono de predicador a los dictadores de la región, con el argumento cada vez más erosionado de que son progresistas. No sé cuán progresista puede ser el presidente Maduro expropiando los billetitos de 100 bolívares a los venezolanos más pobres y menos informados. Cien bolívares son seis centavos de dólar al tipo de cambio negro.
Se ha de criticar el uso de recursos públicos para una propaganda partidaria. No es sólo el contrato con Salari el que puede ser observado, sino también el alquiler de salas de cine y de espacios de televisión, así como el uso del auditorio del Banco Central. En las épocas neoliberales, usar recursos públicos, aún para nimiedades como tarjetas de Navidad o flores para el Día de la Madre para las funcionarias del sector público que eran mamás, motivaba una nota de cargo de la Contraloría. El uso del auditorio del Banco Central estaba sujeto a un reglamento que estipulaba que era solamente para seminarios académicos y para actos culturales, además con pago de alquiler. Es también un mal uso de recursos públicos que el Ministro de Defensa esté ocupando su tiempo con investigaciones de paternidad. No creo que esté en su manual de funciones.
La atención del país no puede concentrarse en la vida amorosa de su mandatario. Hay temas muchísimo más importantes que ese divertimento. Entre ellos, la posible reelección del actual mandatario forzando al límite a la Constitución. Está también el reciente aislamiento internacional de Bolivia. El extraño pedido del país de que renuncie el secretario de la OEA, el señor Almagro, solicitud que ha sido secundada por países de poco predicamento en la región, como Venezuela, Ecuador y Nicaragua, es uno más de los temas.
El país y las gentes de la Cancillería deberían estar pensando en escenarios del trato que pudiera recibir el país por parte del nuevo gobierno americano; por su parte, los funcionarios de Economía tienen que tener los ojos bien puestos en lo que pudiere pasarle a la economía internacional con las políticas anunciadas por Trump. Hay también problemas pendientes en la gestión de la macroeconomía nacional y en la de las empresas públicas.
Esos son los problemas para cuyo análisis y resolución han sido elegidas las autoridades. No lo han sido para que pierdan su tiempo (y lo hagan perder a sus electores) en flagelar a los periódicos y a los periodistas que han hecho su trabajo, y que lo han hecho muy bien.

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