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viernes, 9 de diciembre de 2016

Winston Estremadoiro junta los detalles del suceso que tiene absorvida a la ciudadanía. "la tragicomedia del accidente" de LAMIA en Colombía, de un avión "boliviano-venezolano-español que se llevó la vida de 71 personas en la peor catástrofe de todos los tiempos. LTD se hace eco de un texto de gran contenido.


Tragicomedia de un accidente


La politiquería se llevará la palma una vez que se aclare la turbiedad de las aguas de la tragedia, con la investigación imparcial y las cajas negras del avión siniestrado. Vaticino que todo se tapujará con una andanada de comunicados
No atiendo chismes de un corrupto nexo bolivariano en el accidente de LaMia. ¿Que los aviones pertenecían a un venezolano-español y un narcotraficante chino entraba en escena?, menos. Sin embargo, me acordé del sujeto que va a un velorio, encuentra a un amigo que le increpa pagar los cien pesos que le había prestado hace tiempo, sólo para que el mal pagador responda que hacía tiempo los había mandado con un amigo común. “¿Quién?”, preguntó el damnificado. El otro apuntó con la boca al difunto. A eso me sonó el socio del piloto muerto y Gerente General de la empresa, cuando declaró a un noticiero argentino que él no hubiese volado el tramo Santa Cruz-Medellín. Señala el presente mareo sobre el accidente del avión que trasladaba un equipo brasileño de fútbol, periodistas y pasajeros bolivianos a Colombia, donde se estrelló. Detalles culposos del vuelo apuntan al piloto. ¿Acaso no hay muerto malo ni novia fea?, me dije.

El accidente del Chapecoense es la comidilla de moda. Encallé en un canal argentino y la charla santurrona (había una que arruinó el maquillaje con un lagrimón o dos), sobre el niño-ángel que guiara a rescatistas a los cadáveres y malheridos. Después me enteré que no era ningún espíritu celestial, sino un mozalbete de carne y hueso, igual de heroico al llegar primero al desparramo trágico, quizá por agilidad propia de sus años; ojalá no debido a la panza de los rescatistas si se asemejaban a milicos y pacos bolivianos de alto grado.  
  
La noticia trascendió el amarillismo de las nuevas, o malas, cuando se filtraron detallitos. No circuló entre las notas, pero conjeturo que el nombre de la aerolínea —LaMia— quizá se originó en bautizar “la mía”, en reacción a poderosos que basurearon al Lloyd Aéreo Boliviano (LAB), la más antigua línea bandera sudamericana. Luego fue rectificada la inicial negación del presidente Evo (que no es santo, pero tiene más negaciones que Pedro a Jesús), de conocer al socio del piloto accidentado. Resulta que había sido su piloto. Pensé en “llunquerío”  del piloto al jefazo, generador de “muñeca”. ¿Existió tráfico de influencias en su creación por un piloto que lo había sido del Presidente? Cuestión insulsa, cual ponderar el poder de la entrepierna femenina en el entrevero del Evo y la Zapata.

¿Que LaMia no tramitó matrícula ante la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC)? Para qué, si dicen que el hijo del Gerente, socio y expiloto del Presidente era mandamás en la DGAC. Ahora resulta que la Asociación de Líneas Aéreas (ALA) de Bolivia se une al coro de los detractores: LaMia no era de su congregación. El mismísimo Presidente pudo ver los aviones, siendo informado que eran venezolanos. Ya sabe la Fuerza Aérea Chilena, ni tiene que sacar fotos aéreas o aproximaciones con el Google Earth de la base aérea: sólo tiene que enviar un avión viejo y decir que lo envió Diosdado Cabello para mantenimiento. De repente hasta la BOA se lo compra, dedito del jefazo de por medio.

Para peor, el comandante general de la Fuerza Aérea Boliviana declaró que desde 2014 no se realizaron revisiones y ajustes técnicos a la aeronave de LaMia. Detalle truculento fue que acotara que la aerolínea tiene “cuentas que saldar. En septiembre le pedimos a LaMia que retiren sus aviones, pero hicieron caso omiso y como consecuencia le iniciamos un juicio para que nos paguen”.
Dicen que agotaron combustible. Cómo no, si habían declarado y logrado autorización para el viaje Cobija-Medellín. Decolaron de Viru Viru en Santa Cruz de la Sierra, casi mil kilómetros más lejos. Se estrellaron cuando la torre de control les puso en la fila de un cielo amontonado de aviones. El piloto no se declaró en emergencia para que les dieran prioridad: la torre de control debe haber presumido que tenía puntos alternos de aterrizaje y 30 minutos adicionales de vuelo, de rigor en estos casos. Total, 71 muertes horrendas y seis heridos. ¿Importa ahora que el Gobierno boliviano cambie a directivos de la DGAC y de Aasana por la tragedia? Muerto el burro, tranca al corral: ¿revivirán los difuntos con el retiro del permiso de volar a LaMia?

La desventura se vuelve tragicomedia con rumores que se volvieron virales en las redes sociales. Que el arquero de River Plate jugará gratis para el equipo diezmado. Que un club rico de Francia regalaría 40 millones. Que estrellas futboleras en cuarto menguante jugarán ad honorem para el Chapacoense. Que jugadores de renombre, millonarios hasta su quinta generación, donarán miles de sus cuantiosas cuentas bancarias. Si eso fuera cierto, que no lo es, ojala chorrearan gotas a las madres, viudas e hijos de familias tal vez ahora desposeídas de sus sustentos.

La politiquería se llevará la palma una vez que se aclare la turbiedad de las aguas de la tragedia, con la investigación imparcial y las cajas negras del avión siniestrado. Vaticino que todo se tapujará con una andanada de comunicados en que un oficialista Sancho echará la culpa al opositor Martín y viceversa. Como en la presente segunda guerra del agua, que pinchó un nervio gubernamental al afectar a La Paz y a los alteños, que como es sabido se bañan diariamente con agua de glaciares que se derritieron. ¿Y los cochabambinos? Que se jodan.
El autor es antropólogo

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