Mauricio Aira
A pocas horas de las elecciones generales en España el debate ha girado en torno a contados temas siendo uno de ellos la inmigración. Tanto Rodríguez Zapatero el socialista como Mariano Rajoy su mayor oponente sucesor de José Aznar del Partido Popular le han dedicado un tiempo ante la televisión al tema lacerante para Bolivia, como uno de los países emisores de miles de hombres y mujeres que han llegado a la península en los últimos años notoriamente aumentados desde el cambio de Administración a partir de enero del 2006.
No vamos a reflejar aquí los detalles de lo discutido entrambos líderes, aunque sí destacar que el tema preocupa sobremanera, no sólo en el precalentamiento electoral ibérico sino en toda la Unión Europea, no menos en Suecia que debido a factores diversos es muy sensible a la discusión y a la praxis de la cuestión. Por si fuera poco, también los precandidatos a la nominación por el Partido Demócratas, Hillary Clinton y Barack Obama han tenido que ocuparse del problema de los inmigrantes que es actual, candente, urticante para la sociedad estadounidense, surge entonces la interrogante porqué resulta tan dramáticamente vital?
Frente a la insistencia de Rajoy en abordar los aspectos negativos de la abalancha de extranjeros “que les han quitado puestos de trabajo a los españoles, enardecido las prestaciones de los servicios sociales, llenado las cárceles de delincuentes”, Rodríguez Zapatero respondió que las cifras globales de los impuestos que pagan los inmigrantes deducible de sus salarios es tan igual como la de “un millón de jubilados”, que su aporte en tareas de producción y servicios es altamente positivo y “aunque no se puede pretender que cada recién llegado sea un modelo de ciudadano” se están haciendo esfuerzos que irán en aumento para: 1. Frenar la inmigración en los países de origen, ayudándoles a reducir su pobreza. 2. Impidiendo que ingresen a España sin contar con un contrato de trabajo y 3. Devolviéndolos al punto de embarque cuando no reúnan los requerimientos mínimos.
El candidato liberal insistió como lo hace toda la derecha europea en cerrar las puertas a la inmigración masiva, frenar en sus inicios la invasión de desocupados en busca de puestos de trabajo que son en primer términos para los nacidos españoles y dejar actuar más enérgicamente a la policía para las deportaciones, desanimando cualquier intento de aventura y filtración que ellos practiquen, refiriéndose a quienes ingresan por los mares circundantes.
Se puede apreciar entonces que tanto liberales como socialistas si bien de modo algo diferente están de acuerdo en frenar el ingreso de indocumentados y de “turistas enmascarados” que han creado una serie de redes de contacto y acomodo que viabiliza la inmigración especialmente de latinoamericanos. En el caso de Bolivia obliga a las instituciones, legisladores y gobierno a trazar políticas serias y sostenibles para impedir que justamente lo más valioso de nuestros recursos humanos emigren en busca de trabajo, sin haber sopesado la dura realidad que les aguarda en la ribera opuesta del Atlántico. No hay un ápice de exageración en las historias que nos han sido contadas, ni en los cientos de expulsiones y devoluciones masivas de compatriotas, que dicho sea de paso, sacrificaron su patrimonio y comprometieron a sus seres queridos en el financiamiento de “la aventura”. Por supuesto que hay excepciones y miles de ellos están remitiendo euros a sus familiares.
En Europa como en Estados Unidos durante muchísimos años se ha practicado un pacto virtual entre autoridades de inmigración y empresarios de diversa laya, para permitir el ingreso de indocumentados, “carne de cañón” disponible como fuerza de trabajo, de bajos salarios, sin ningún derecho social susceptible de la mayor explotación laboral, hasta que llegó el momento de ponerle punto final, ante el deterioro de sus economías, y el colapso de sus servicios sociales, educacionales y de vivienda. Las consecuencias las están pagando los más débiles, los “indocumentados” que envejecieron como trabajadores a destajo, resultan ahora estorbando, por ello, “mejor devolverlos a sus países” porque no les necesitan más.’’
Los jóvenes que se van no lo piensan dos veces “aquí no hay trabajo” o “el trabajo que tengo no me permite ningún avance”, y mas claro aún “lo que gano no alcanza para nada”, realidades que deberían obligar a la clase política a crear puestos de trabajo, mejorar las condiciones de vida, abrir oportunidades de progreso y bienestar. Lo demás resulta un discurso engañoso que conduce a la desesperación y el desaliento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario