El importante diario La Nación, tenido como el mayor del Continente Sur editorializa:
La Primera Cumbre Energética realizada en Venezuela mostró una vez más las significativas diferencias de visión que existen entre los principales países del área, no sólo en lo relacionado con la energía, sino básicamente respecto del papel que deben cumplir las instituciones indispensables para promover el desarrollo de las naciones.
En este tipo de encuentros, los mandatarios tienen la oportunidad de dialogar y debatir cara a cara políticas conjuntas de largo plazo. Y es allí donde quedan reflejadas con mayor nitidez las coincidencias y los diferentes objetivos perseguidos por los jefes de Estado, muchas veces hermanados en proyectos populistas de difícil concreción y que sólo persiguen réditos políticos de corto plazo.
La declaración final conjunta, acordada por los diez presidentes -estuvieron ausentes los de Perú y Uruguay-, abordó de manera muy general los problemas energéticos del continente y ratificó la integración energética regional como herramienta para promover el desarrollo social y económico, y la erradicación de la pobreza. En el contexto de un enfrentamiento de posiciones entre el presidente de Venezuela y anfitrión de la cumbre, Hugo Chávez, y el mandatario de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, respecto del desarrollo del etanol como combustible en sustitución del petróleo, los presidentes acordaron una declaración sin definiciones tajantes, aunque reconociendo que es una opción viable para la matriz energética regional.
Sólo hubo anuncios respecto de dos acuerdos, muy pobre conclusión si se tienen en cuenta los objetivos ambiciosos que perseguía la convocatoria de la reunión. El primero fue el cambio de nombre de la Comunidad Sudamericana de Naciones, ente que ha pasado prácticamente inadvertido desde que fue lanzado, en agosto de 2004 en Cuzco, Perú. Ahora se denominará, por pedido de Chávez, Unión de Naciones Sudamericanas. El segundo acuerdo fue la decisión de crear un consejo energético regional.
No hubo acuerdo, en cambio, sobre la creación del Banco del Sur, que impulsa Chávez y a la que adhiere el presidente Néstor Kirchner. La razón fue la resistencia de Brasil, que no considera necesario fundar un organismo con una función que ya cumplen otros entes multilaterales, como el Banco Interamericano de Desarrollo y la Corporación Andina de Fomento.
Una de las inquietudes fundamentales frente a esta iniciativa es que si se el banco regional se estructura con parte de las reservas de los bancos centrales de los países miembros, éstas podrían perder su inmunidad, desde que las actividades del Banco del Sur serían claramente comerciales. Cuando los acreedores de la Argentina que aún reclaman por la deuda en default impiden, de hecho, el acceso a los mercados internacionales de capital, éste podría ser un error sumamente serio y costoso. En los tribunales de Nueva York se sustancian juicios en contra de la Argentina, y los fondos que se aportasen para el Banco del Sur podrían ser embargados.
Tampoco hubo entendimiento sobre el cartel regional de países exportadores de gas, que Venezuela creó en marzo último -y ya integran la Argentina y Bolivia, además de la propia Venezuela- y que ahora pretendía ampliar.
Es fácil coincidir con la opinión del experimentado canciller brasileño, Celso Amorin, para quien esta iniciativa va directamente en contra de la integración de nuestros países y, por ello, lejos de unir a la región la desune conformando dos grupos antagónicos: el de los exportadores y el de los consumidores de gas natural.
La cumbre terminó sin definiciones sobre los temas centrales de la reunión, que son los que verdaderamente importan. Muy poco para una cumbre con pretensiones fundacionales.
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