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jueves, 7 de febrero de 2008

Acciones distractivas del Gobierno Morales

el muy acreditado portal IAR.Noticias, a tiempo de reaparecer en Internet, ha publicado entre otros interesantes artículos, el siguiente suscrito por el editor:Para el observador Bolivia está pasando un período de crisis institucional con graves problemas en el debate: el fracaso de la nacionalización, la imposición de una carta constitucional que nadie conoce, ni discutió, la introducción de elementos ajenos a la cultura tradicional, a la convivencia, al consenso en la vida nacional y como en un tiempo se inventaron historias de platillos voladores, seres extraterrestres, invasión de marcianos, así hoy día el MAS quiere hacernos ver lo que no existe, “espionaje al servicio del Imperio”, enemigos que “quieren matar al presidente y quitarle su poder”, o sea pretenden emborrachar la perdiz, echar la pelota a rodar y cumplir con la máxima de Goebbels, “miente, miente que algo queda”.
Por Mauricio Aira (*)

La relativamente reciente historia de José Fellman Velarde en el primer gobierno del MNR (1952-1956) nos mostró a un ministro de La Propaganda hábil en distraer la atención pública cuando ciertos temas del debate público estaban nublando el firmamento político, de tal modo que asuntos de suyo sensibles como “los campos de concentración”, “la falta de comercialización de los minerales”, “el fracaso inicial de la reforma agraria”, etc., etc., impactaran menos a la opinión pública y desinflaran los intentos contrarevolucionarios de La Rosca todavía fuerte en algún segmento de la sociedad. Paz Estenssoro tenía siempre a la mano al impredecible Fellman Velarde que con los rudimentarios recursos de los años 50, que sin embargo incluían la edición y difusión del moderno Noticiero Cinematográfico, técnicamente bien logrado y realizado en laboratorios bonaerenses sobrevivió durante todo el primer período emenerista.

En el régimen que administra el MAS (Movimiento Hacia el Socialismo) con muchísimos más recursos, algunos dicen que ilimitados con ayuda venezolana y cubana, se intenta abrumar al colectivo boliviano con propaganda política de la noche a la mañana, merced a un equipo de activistas que incluye al Jefe de Estado, sus ministros y todo el aparato oficial con Fuerzas Armadas y Policía incorporados al mismo. Una prueba fehaciente constituye la puesta en marcha de la Renta de Vejez, cual se tratase del máximo e inalcanzable beneficio que estado alguno pudiera otorgar a sus ciudadanos.

Para el observador Bolivia está pasando un período de crisis institucional con graves problemas en el debate: el fracaso de la nacionalización, la imposición de una carta constitucional que nadie conoce, ni discutió, la introducción de elementos ajenos a la cultura tradicional, a la convivencia, al consenso en la vida nacional y como en un tiempo se inventaron historias de platillos voladores, seres extraterrestres, invasión de marcianos, así hoy día el MAS quiere hacernos ver lo que no existe, “espionaje al servicio del Imperio”, enemigos que “quieren matar al presidente y quitarle su poder”, o sea pretenden emborrachar la perdiz, echar la pelota a rodar y cumplir con la máxima de Goebbels, “miente, miente que algo queda”. Quién dijo que el propagandista de Hitler ha muerto! Está vivo, habita en el tercer piso del palacio quemado, tiene a su alrededor secretarias, camarógrafos, agentes, equipos que pertenecieron a Diodato, y hasta algunas “magníficas” que completan los escenarios según dónde y cuándo se quiera teatralizar para la galería.

Vivimos del chisme oficial, del cuento relatado a medias, de las mentiras o medias mentiras repetidas a coro, por el presi, su vice, los ministros, directores y el eco que de ello se hace el vocero. Sin embargo las papas queman, mientras las bolas corren por todo el país y resultaría una ofensa comparar al Dr. Goebbels con el fantasma que ronda la plaza Murillo y que nadie ha visto y cuyo nombre todos adivinan, sin embargo de que detrás de los dimes y diretes, de las maniobras de “hay o no hay diálogo”, queremos diálogo “pero sin condiciones” y dale a la distractiva, al embrollo, al cachaneo que no termina y que significa ni más ni menos la muestra más inconmensurable de la irresponsabilidad con que se manejan los asuntos del Estado, cual se quisiera lograr que nos agarremos de los pelos y nos saquemos los dientes unos a otros. El “goebbels criollo” algún encanto tendrá antes de que lo veamos tal cual es, convertido en un monstruo, ya sin careta ni máscara posible.
Ya los medios y los comunicadores se están agotando de cuanto ataque se les dirige, no vale la presunción de inocencia con que un mandatario justo recibiera las denuncias de los incondicionales que ven cómodo y cotidiano lanzarse contra la prensa, culpable de todos los males que aquejan a la nación. Los voceros o secretarios de prensa son los propagandistas del régimen que sin ética hacen carne de aquella filosofía “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, al tratar de convencer al colectivo boliviano de estar viviendo un cambio que no se ve por ninguna parte, salvo en el destierro de la corbata, el menor uso de jabón, y en el puño izquierdo en alto que sustituyendo a la “V” del MNR que muestran los que juran altos cargos para identificarse como incondicionales.

Goebbels logró convencer a miles, quizá a millones hasta lograr que los alemanes creyeran que el poder del cambio nazifacista no sólo era necesario, sino provechoso, positivo y como repetía a menudo “enorme, activo y masivamente compartido porque la guerra se estaba ganando y pronto llegaría la victoria”. La guerra se estaba perdiendo, pero los alemanes no lo sabían o lo más cierto, no se permitió que lo supieran. Goebbels fue el propagandista nazi durante casi 20 años , experto en sicología de masas, que pretendió convencer al pueblo del poder irresistible, ilimitado, perpetuo e invulnerable al que Hitler los estaba conduciendo. Todo terminó dramáticamente en 1945. La guerra se perdió con la pérdida de millones de vidas y Hitler y Goebbels se acogieron cobardemente al suicidio para rehuír su responsabilidad de haber dicho tantas mentiras en actitudes francamente distractivas.

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