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martes, 6 de mayo de 2008

La Nación de Buenos Aires lanza en nota editorial su interpretación del referendo cruceño

Advertencia a Evo Morales

Una vez disuelta la efervescencia que provocó el referéndum revocatorio en el departamento boliviano de Santa Cruz, el presidente Evo Morales y el prefecto (gobernador) Rubén Costas deberán definir con serenidad qué modelo de república pretenden. Lejos de la conveniencia de ambos, y del país en sí, está la fundación de una segunda república como consecuencia de una fractura, más allá de que otros tres departamentos de la rica Media Luna andina, Tarija, Pando y Beni, tengan previsto convocar el mes próximo sus propios referéndums revocatorios. La médula del debate, más allá de las diferencias étnicas, sociales y políticas entre las dos caras de Bolivia, no pasa, en realidad, por la división, sino por la reasignación de los recursos. Santa Cruz, con 2,5 millones de habitantes y escasos niveles de pobreza y desempleo, aporta casi el 30 por ciento del producto bruto interno (PBI). Sus exportaciones representan más de la mitad del total nacional. A su vez, sus tierras cultivadas suponen el 40 por ciento del país, y debajo de ellas se encuentra gran parte de la riqueza gasífera y petrolera. En el referéndum, como estaba previsto, el 85 por ciento aprobó la autonomía. Morales, sin embargo, consideró un fracaso el resultado, sobre todo por el alto índice de abstención y de votos negativos, del orden del 50 por ciento. Visto de ese modo, en medio de un clima de violencia que causó una veintena de heridos en enfrentamientos entre grupos rivales, cada uno interpretó a su manera el pronunciamiento popular, de modo de acopiar fuerzas frente a aquello que debería esperarse: una discusión seria en lugar de una batalla insensata. Es evidente que Morales no estuvo a la altura de las circunstancias si se trataba de predicar por la unidad, como corresponde a todo presidente constitucional, y que la intromisión de su par de Venezuela, Hugo Chávez, con sus denuncias contra los presuntos planes desestabilizadores de los Estados Unidos, un flaco favor les han hecho a él y su pueblo. En momentos de tensión, en los cuales un país hermano parece a punto de desangrarse, no es necesario que un tercero en discordia siembre aún más cizaña con el afán de llevar agua para su molino. Es importante que los gobiernos de la región, involucrados en hallar una solución para Bolivia desde los tiempos del presidente depuesto Gonzalo Sánchez de Lozada, reafirmen su compromiso con la unidad de los sectores en pugna. Lo han hecho los de la Argentina, Brasil y Colombia. Enhorabuena. Ese gesto, más allá de ser positivo, también expresa, en especial en la Argentina y Brasil, una señal de preocupación por la dependencia que ambos tienen del gas boliviano. En la puja política, Morales insiste en la reforma constitucional aprobada sólo por el oficialismo en la Asamblea Constituyente de noviembre último. La negación del otro, en este caso del reclamo de autonomía de Santa Cruz, no ayuda. Menos aún ayuda su provocador saludo a "la rebelión" desatada por aquellos que se resistieron a votar "un estatuto ilegal e inconstitucional". En eso, precisamente, le dio la razón la Organización de Estados Americanos (OEA). Ningún presidente puede vivir en guerra permanente con aquellos que no concuerdan con él, excepto que ése sea su plan de gobierno o su método de amasar poder. Si la Corte Nacional Electoral desconoció la votación y prometió no validar el resultado, ¿qué fin persigue Morales con esa suerte de llamado a la revancha? Debió hacer un llamado a la unidad sin que ello significara falta de firmeza ni omisión de la discriminación que suelen padecer los indígenas. En principio, Bolivia se dobla, pero no se rompe. La victoria del sí en Santa Cruz es el comienzo de un camino en el cual el presidente Morales y el prefecto Costas, referentes de los sectores en pugna, deben hallar un punto de contacto para definir el perfil de una república que ya no será como antes. El resultado del referéndum implica un duro golpe a la reforma agraria impulsada por el gobierno en su intento de reivindicar los derechos indígenas. Los gobiernos que se identifican con la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), impulsada por Chávez, coincidieron en darle un matiz ideológico al referéndum de Santa Cruz. Venezuela, Nicaragua y Cuba denunciaron un plan desestabilizador de los Estados Unidos. Supongamos que fuera cierto. Nada mejor entonces que suturar las heridas para abortarlo en lugar de profundizarlas aún más con aplausos a "la rebelión", como hizo Morales con la complicidad de Chávez. El estado de crispación en nada contribuye a la consolidación de la democracia ni a la integración regional. En Bolivia no deben ser exaltadas las diferencias, sino aplacadas. El primer presidente aymara de la historia debe demostrar que puede gobernar para todos, porque, en definitiva, todos esperan eso de él, así como el despegue, de una vez por todas, de un país con necesidades en la superficie y gran riqueza en el subsuelo. El día que logre equiparar ambas realidades, y tienda a la unidad en desmedro de la división, dejará de ser el más pobre y conflictivo de América del Sur.

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