Ningún dictador es bueno por más que esté muerto, como lo está Jorge Rafael Videla, uno de los líderes militares que comandó el denominado “Proceso de reorganización nacional” entre 1976-1983 y al que responsabilizan de la desaparición de más de 30 mil personas. El “Proceso” fue una iniciativa de algunas élites argentinas para liquidar al peronismo, otra de las “dictaduras perfectas” de América Latina, que al igual que en Paraguay o en México, ha señalado el destino del país desde los años '40 y que ha sido capaz de convertir a una potencia mundial en una república bananera tercermundista.
El peronismo nació de ultraderecha, fue aliado del Hitler y de Mussolini en la Segunda Guerra Mundial, más tarde se haría comunista, neoliberal en tiempos de Saúl Menem y ahora se arropa con el populismo chavista. Pero siempre ha tenido el mismo cariz autoritario, corrupto y abusivo.
El peronismo tiene muchos más muertos y desaparecidos que cualquiera de las dictaduras del continente y también ha hecho mucho más daño que Videla, Pinochet y Stroessner. Lamentablemente muy pocos se atreven a juzgar a los lobos disfrazados de oveja porque “lo poco espanta y lo mucho amansa”.
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