El precio del petróleo sigue cayendo y se encamina hacia los 20 dólares el barril, según los pronósticos que hicieron hace mucho los expertos y que se están cumpliendo de manera sorprendente. No hay cómo errar en los cálculos, pues no existen posibilidades de que funcionen los cupos de producción que siempre usaba la OPEP para regular los precios.
Cada día ingresan nuevos actores como Irán al mercado internacional del crudo y que están dispuestos a vender a cualquier precio, pues en el Medio Oriente los costos de producción rondan los cuatro dólares por barril. Ni siquiera el Estado Islámico con toda su barbarie destinada a mejorar la cotización petrolera (¿o es que pensaban que esos sujetos matan por su religión?) ha cambiado la tendencia que ha comenzado a provocar alaridos en Venezuela, donde Nicolás Maduro, casi en estado de trance, ha salido a anunciar un nuevo lobby para combatir lo que él llama una “guerra económica”.
Otros tienen maneras distintas de reaccionar como Rafael Correa, quien ha anunciado su renuncia a la perpetuidad. En Bolivia, donde el presupuesto está calculado con un precio de 45 dólares el barril, todavía se escuchan cantos de sirena. No tardan en escucharse los lamentos.
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