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lunes, 10 de enero de 2011

alardea y pontifica García Linera poniendo en riesgo las relaciones con Paraguay y acusando sin juicio formal ni pruebas al Gobernador Cossío. ED.SC.


No creemos que sea igual el trato que se da a los opositores en cualquier parte del planeta respecto del que concierne a sus pares en nuestro singular país y del lado de quienes están en el goce y el uso y también el abuso del poder político. Los opositores en Bolivia, frente a los detentadores del poder, son escoria por decir lo menos, están comprometidos ‘ad perpétuam’ con la conspiración y arrastran responsabilidades por terribles delitos comunes, unos más grandes que otros, y todos tan avezados y tan mortalmente lesivos que no les alcanza ni la gracia de conservar la cabeza sobre los hombros.
Desde todas las esferas del poder político se tiende implacable el dedo acusador, no sólo del conspirador en plena y permanente acción subversiva, sino a la vez vinculado con delitos comunes contra los intereses públicos, contra las arcas fiscales y los valores, derechos y hasta la vida de los ciudadanos en general. En suma, al conspirador, sea real o supuesto, se lo pinta pateando el nido de los detentadores legítimos u ocasionales del poder, con alevosía y como protagonista de delitos comunes, reincidente y hasta rematado sin vueltas que darle.
Y si al final de cuentas la conspiración atañe a personas de carne y hueso, disconformes, eso sí, con los que se encumbran en el poder político e impacientes ante el propósito de generar un cambio -así fuese por la fuerza bruta-, pues el fenómeno hay que tipificarlo como racional, sin concederle, eso sí, legitimidad y vigencia consiguiente dentro de los marcos severos de la justicia limpia y pura.
Cierto es que en cualquier país del planeta se dan, y con extrema frecuencia, regímenes de gobierno que acceden a tal calidad por las vías del juego democrático, sin soslayar ninguna regla. Mas, una vez asumidos los roles, no pocos de esos regímenes empinados por la voluntad soberana expresada a través de los conductos debidos empiezan a contaminarse amparados o a la sombra de factores antidemocráticos, entre éstos los de la fuerza bruta. Aquí se plantea un cuestionamiento: ¿sólo por ser producto del correcto juego democrático hay que sustentar a un régimen que una vez prevalido de la fuerza del poder político incurre en atropellos no sólo contra el orden público, sino también contra la vida, las libertades, los intereses y la seguridad de las personas?
De todo se da en este planeta y en particular en países como el nuestro, buenos que se tornan malos y malos que convergen hacia los buenos. Y bajo estas circunstancias, el conspirador y la conspiración mantendrán su calidad de opción ciudadana, mas nunca opción a sustentar a sangre y fuego.

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