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lunes, 10 de enero de 2011

el gabinete instruyó al Secretario "ya todo pasó, ahora vuelve la tranquilidad y el control", analistas replican es "ahora que comienza"

La crisis desatada a raíz del “gasolinazo” recién está comenzando y sería un error pensar en realidad que los problemas empezaron el 26 de diciembre pasado. Lo que se está viendo en las calles, donde ya se notan signos claros de una escalada inflacionaria y desabastecimiento de productos básicos, es producto de todas las torpezas que ha cometido este Gobierno en materia económica, entre las cuales se cuenta el criminal aumento de los carburantes de casi un 80 por ciento. Mejor dicho, una medida tan insólita como la que se tomó con el decreto 748 ha sido justamente la respuesta desesperada de un régimen que se pasó cinco años derrochando el dinero de los bolivianos en costosas aventuras políticas, tratando de consolidar un sistema autocrático que ahora se ve en apuros porque descubre que no sabe administrar el país y que es incapaz de hacerse cargo de problemas elementales de la ciudadanía.

Un régimen que confiesa que no puede frenar a los contrabandistas que sacan gasolina en mamaderas es el mismo que pretende controlar todos los resortes de la economía boliviana. Sólo hay que ver lo que está pasando con las pulperías de Emapa, para darse cuenta de la ineptitud del Estado Plurinacional para encarar el desafío de la distribución de alimentos, mediante un sistema anacrónico, cuyo único “mérito” ha sido fomentar la especulación y alentar la viveza criolla. Familias enteras se han estado dedicando a hacer filas en los puntos de venta oficiales para luego revender sus compras a un mayor precio en los mercados. De esa manera se ha esfumado el azúcar y otros productos y resulta patético observar a policías, fiscales y gendarmes municipales, revisando camiones en busca de alimentos como si se tratara de drogas peligrosas.

Ni siquiera el INE con todos sus trucos y formas raras de sacar sus cuentas ha podido disimular el pico inflacionario producido en los últimos meses, que ha colocado la tasa anual del 2010 en un 7,18 por ciento, lo que en términos reales podría significar algo más del doble, sobre todo en los productos de la canasta familiar. El “gasolinazo”, además de haberle causado al Gobierno un boquete de enormes proporciones en el plano político y en su credibilidad, provocó un incremento de precios inmediato y todo indica que el efecto se mantiene, sin posibilidades de retroceso. Lo peor de todo es que las autoridades nacionales siguen dando señales confusas que generan temor en la población a un nuevo “decretazo”. El presidente y sus ministros no hablan de otra cosa más que de la necesidad de incrementar los hidrocarburos y eso genera crispación en la gente y los comerciantes, cuyos nervios sólo pueden actuar en función de sus bolsillos.

Más que obedecer al pueblo, en este momento el Presidente y todo el Gobierno deben agudizar la sensibilidad para percibir el miedo que se ha apoderado de la población. Es necesario enviar mensajes tranquilizadores, poner en marcha medidas que generen esperanzas y sobre todo confianza sobre un trabajo enfocado en la producción, en la generación de empleos y en la búsqueda de soluciones estructurales a los problemas. Si los operadores del Estado Plurinacional van a insistir en sus chapucerías, hay que prepararse para una reedición del triste proceso de la UDP.
Más que obedecer al pueblo, en este momento el Presidente y todo el Gobierno deben agudizar la sensibilidad para percibir el miedo que se ha apoderado de la población. Es necesario enviar mensajes tranquilizadores, poner en marcha medidas que generen esperanzas y sobre todo confianza sobre un trabajo enfocado en la producción, en la generación de empleos y en la búsqueda de soluciones estructurales.

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