El tacú de papel
Los que han estado entre multitudes han sentido en carne propia la poderosa y estentórea voz de los seres humanos cuando juntan el sonido emanado de sus gargantas. No en vano los historiadores se han esforzado en relatar aquellos intimidantes momentos que vivían los combatientes antes de entrar en batalla contra sus enemigos. Y aún más espeluznante solía ser el instante en que chocaban violentamente en el cuerpo a cuerpo, porque el ruido de los gritos y del impacto de los metales resultaba tan colosal que a los hombres se les ponía la piel “como carne de gallina”. El rugido de la gente embravecida en el clímax de los conflictos sociales también ha sido interpretado como la voz del pueblo: la vox populi. A veces esa voz se la sofoca, de alguna manera, pero siempre vuelve.
Los peritos en política opinan que los gobernantes deben aprender a escuchar la voz del pueblo para saber qué quiere. En la mayor parte de los casos, esa vox populi es malinterpretada por quienes tienen las riendas del poder, a veces no la entienden y a menudo simplemente no la toman en cuenta. No obstante, puede ser interesante saber también que otros analistas ven en el dicho popular: “la voz del pueblo” tan solo un espejismo social. Porque se ha dicho a menudo que la voz del pueblo es la voz de Dios, “Vox populi, Vox Dei”, sentencia que ha llevado a encontrones dialécticos y a ríspidas polémicas sin fin. La frase es famosa desde que la popularizara el rey de Francia un 24 de agosto de 1586, pero no fue él quien la inventó, de ninguna manera, señor.
Todos deben saber que Alcuino de York (735-804), cita en Epistolae, 166, para 9, la frase completa que reza en latín: “Nec audiendi qui solent dicere, Vox populi, vox Dei, tumultuositas vulgi semper insaniae próxima sit”, que traducido significa: Y esa gente que siguen diciendo que la voz del pueblo es la voz de Dios no deberían ser escuchadas, porque la actitud de las masas está siempre bastante cercana a la locura. El aforismo latino también se le atribuye a Hesiodo, el gran poeta griego del siglo VIII antes de nuestra era. Pero si os fijáis, trata de disuadir se escuche la voz del pueblo. A esa prédica se suma Séneca, quien señala que el valor de las opiniones se ha de computar por el peso, no por el número de almas. Los ignorantes por ser muchos, no dejan de ser ignorantes.
“¿Qué acierto, pues, se puede esperar de sus resoluciones?” concluye el filósofo. Pero el aforismo la Voz del pueblo es la voz de Dios se ha interpretado siempre conforme a las conveniencias de cada quien, para acarrear agua a su propio molino. Luego de lanzar las duras medidas económicas de diciembre, el presidente Evo Morales ha decidido abrogarlas al ver la reacción cada vez más conflictiva del pueblo. El ha dicho que ha escuchado la voz del pueblo y ha decidido obedecerla. Si Séneca lo escuchara o el consejero de Carlomagno, Alcuino de York lo supiera, dirían que no debería hacer caso de las voces rugientes. Pero Morales ha agregado que el pueblo no estaba preparado para las medidas lanzadas y que en otro momento oportuno volvería por el camino.
Los políticos modernos verían tal actitud como la aplicación del modelo leninista: retroceder para avanzar (Un paso para atrás y dos adelante) En otras palabras, el Presidente boliviano ha actuado como el rey francés de 1586, ha lanzado una frase que quiere decir totalmente lo contrario. Pero ha sido políticamente astuto al despojar a la oposición de cualquier pretexto de agitación social. Ha pasado la papa caliente al otro bando, donde seguramente quemará.En todo caso, la verdadera voz del pueblo seguirá circulando en las organizaciones de base, sociales y productivas, donde se piensa y se actúa, de acuerdo a la conciencia colectiva, que es la que dirige los pasos de la humanidad a través de la historia. Lo demás son sólo frases para emborrachar la perdiz y luego capturarla
Los peritos en política opinan que los gobernantes deben aprender a escuchar la voz del pueblo para saber qué quiere. En la mayor parte de los casos, esa vox populi es malinterpretada por quienes tienen las riendas del poder, a veces no la entienden y a menudo simplemente no la toman en cuenta. No obstante, puede ser interesante saber también que otros analistas ven en el dicho popular: “la voz del pueblo” tan solo un espejismo social. Porque se ha dicho a menudo que la voz del pueblo es la voz de Dios, “Vox populi, Vox Dei”, sentencia que ha llevado a encontrones dialécticos y a ríspidas polémicas sin fin. La frase es famosa desde que la popularizara el rey de Francia un 24 de agosto de 1586, pero no fue él quien la inventó, de ninguna manera, señor.
Todos deben saber que Alcuino de York (735-804), cita en Epistolae, 166, para 9, la frase completa que reza en latín: “Nec audiendi qui solent dicere, Vox populi, vox Dei, tumultuositas vulgi semper insaniae próxima sit”, que traducido significa: Y esa gente que siguen diciendo que la voz del pueblo es la voz de Dios no deberían ser escuchadas, porque la actitud de las masas está siempre bastante cercana a la locura. El aforismo latino también se le atribuye a Hesiodo, el gran poeta griego del siglo VIII antes de nuestra era. Pero si os fijáis, trata de disuadir se escuche la voz del pueblo. A esa prédica se suma Séneca, quien señala que el valor de las opiniones se ha de computar por el peso, no por el número de almas. Los ignorantes por ser muchos, no dejan de ser ignorantes.
“¿Qué acierto, pues, se puede esperar de sus resoluciones?” concluye el filósofo. Pero el aforismo la Voz del pueblo es la voz de Dios se ha interpretado siempre conforme a las conveniencias de cada quien, para acarrear agua a su propio molino. Luego de lanzar las duras medidas económicas de diciembre, el presidente Evo Morales ha decidido abrogarlas al ver la reacción cada vez más conflictiva del pueblo. El ha dicho que ha escuchado la voz del pueblo y ha decidido obedecerla. Si Séneca lo escuchara o el consejero de Carlomagno, Alcuino de York lo supiera, dirían que no debería hacer caso de las voces rugientes. Pero Morales ha agregado que el pueblo no estaba preparado para las medidas lanzadas y que en otro momento oportuno volvería por el camino.
Los políticos modernos verían tal actitud como la aplicación del modelo leninista: retroceder para avanzar (Un paso para atrás y dos adelante) En otras palabras, el Presidente boliviano ha actuado como el rey francés de 1586, ha lanzado una frase que quiere decir totalmente lo contrario. Pero ha sido políticamente astuto al despojar a la oposición de cualquier pretexto de agitación social. Ha pasado la papa caliente al otro bando, donde seguramente quemará.En todo caso, la verdadera voz del pueblo seguirá circulando en las organizaciones de base, sociales y productivas, donde se piensa y se actúa, de acuerdo a la conciencia colectiva, que es la que dirige los pasos de la humanidad a través de la historia. Lo demás son sólo frases para emborrachar la perdiz y luego capturarla
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