Es difícil no hablar del Mundial en estos días en los que las horas haciendo fila se vuelven más cortas hablando de Messi, de Neymar, de Robben o James. Y es imposible no referirse a la enorme presencia latinoamericana en campeonato, que se presta para muchas bromas.
Alguien dijo el Mundial se acabó en la instancia de grupos y que la ronda de octavos era en realidad la “Copa América”. Un europeo molesto por esos comentarios, pero más que todo por la eliminación de los tres grandes, España, Inglaterra e Italia, dijo que los latinoamericanos juegan tan bien, porque en realidad quieren emigrar al viejo continente. Eso sonó a humor negro, más o menos como el lamento de las prostitutas brasileñas que se quejaron porque la presencia masiva de europeos era garantía de buenas ganancias, que se esfumó como la esperanza de México a manos de su dupla de pelados.
Pero ambos tienen mucho de cierto, porque si bien el Siglo XXI ha sido calificado como el tiempo de América Latina, todavía estamos muy lejos de volvernos el gran atractivo mundial, más allá del fútbol, el carnaval y las bellas mujeres. Lo que ocurre con Argentina, con Venezuela, donde es un calvario conseguir alimentos y medicinas y con el mismo Brasil, que no logra convencer de su cualidad de potencia y sigue patinando con el bajo crecimiento, son señales muy claras de que a nuestro continente le falta mucho para avanzar más allá del “juego bonito”.
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