El Gobierno todavía no ha llamado “separatistas” a los potosinos, pese a que el grito federalista sigue propagándose por todo el departamento. No puede decirles “oligarcas” porque no entiende de humor negro. Tampoco los ha tildado de “terroristas”, ni ha imaginado alrededor de las protestas de Potosí un “alzamiento armado” o un intento de “magnicidio”. Es raro que no hubiera ordenado el repliegue de la Policía como hizo en Sucre y en Cochabamba. Recurrir a Fidel Surco para sitiar la región como sucedió en Santa Cruz el 2008 sería una payasada a estas alturas y seguramente los milicianos que hacen lagartijas en el regimiento Manchego de Montero todavía no están en forma como para aventurar otro 11 de septiembre al estilo Pando.
Aunque parezca una caricatura, pero eso es lo que ha ocurrido en Bolivia en los últimos cinco años. Esa ha sido la forma del Gobierno del MAS de resolver los problemas y superar la crisis política, de alcanzar supuestamente el “punto de bifurcación”, de superar el “empate catastrófico”. Los intentos de diálogo han sido apenas artilugios mediáticos, poses y formas veladas de chantaje hacia los opositores. Más de medio centenar de muertos le ha costado al país este particular estilo de unos gobernantes que dicen ser la fiel encarnación del pueblo y de los movimientos sociales.
En realidad, el Gobierno no sabe dialogar, mejor dicho, no tiene esa palabra en su diccionario político. Ninguna de las leyes que ha aprobado, ni siquiera la Constitución Política del Estado han sido sometidas a debate y el término “consenso” es asumido como una señal de debilidad por un oficialismo que sólo pretende imponer, aplastar y doblegar, sin importar que en la ruta quede llena de muertos. La Calancha, Huanuni, El Porvenir, Cochabamba, Caranavi, son todos ejemplos de una conducta política que ha comenzado a provocar hartazgo y el mejor ejemplo de aquello es Potosí.
Si bien, decíamos, el Gobierno no ha aplicado sus propios métodos, que en realidad forman parte de los manuales de los regímenes autocráticos, durante estas dos semanas ha repetido viejas consignas de los “odiosos gobiernos neoliberales”. “No negociamos bajo presión”. “El diálogo sólo se hace en La Paz”, “son unos cuantos los que protestan”. Sólo falta apelar a la Iglesia para que oficie de mediadora, factor que podría resultar improbable, aunque todos saben el papel que jugaron las sotanas en el rescate de los cadáveres de los cuatro policías que fueron linchados en Uncía.
Están por cumplirse quince días de paro general en Potosí. Escasean los alimentos, la gente está agobiada y hasta el gobernador masista le ruega al presidente Morales que se abra al diálogo. El Gobierno llama intransigentes a los potosinos, tremenda acusación para un pueblo que vive postergado desde hace un siglo, que es denominado “la cenicienta de Bolivia” y que por esos factores creyó como muchos en este país que “ahora es cuando”. Ahora es cuando, Presidente, ahora es cuando debe gobernar con democracia y diálogo, ahora es cuando debe resolver los problemas de los más pobres, ahora es cuando debe enfrentar la realidad de los que más sufren. Y.. “sin muertos”, como usted lo prometió.
El Gobierno del MAS no sabe dialogar. Hasta ahora ha resuelto los problemas políticos con trucos, acusaciones, cercos y represión.
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