Si los problemas de un país se resolvieran con elecciones, Bolivia ya los hubiera resuelto todos, incluido el tema de la gobernabilidad, talón de Aquiles de la democracia boliviana. En los últimos 30 años, el país ha enfrentado 26 procesos electorales, casi uno por año, promedio que subió a más del doble entre el 2005 y el 2009, justamente con el Presidente que mayor respaldo popular ha tenido en toda la historia democrática.
No son pocos los que aseguran que estamos enfrentando otro período de gobernabilidad fallida, lo que anticipa una nueva la seguidilla electoral. El Gobierno del MAS ha sido el primero en anticipar ese fenómeno y ya tiene preparada toda una estructura legal e institucional destinada a repetir los últimos éxitos en las urnas y evitar por supuesto, sorpresas como las del 4 de abril que lo obligaron a diseñar normas específicas para judicializar a aquellos líderes políticos que obtuvieron altas votaciones.
El puño izquierdo levantado de Irineo Zuna, uno de los cuatro integrantes del Tribunal Supremo Electoral elegidos gracias al rodillo parlamentario del oficialismo, es nada más el detalle, el símbolo –con colorido étnico y todo-, del copamiento oficialista del Órgano Electoral Plurinacional que, a decir del presidente Morales, ya no les robarán diputados al MAS, como según dice, acaba de ocurrir con la extinta CNE.
¿Qué importancia tiene en las actuales circunstancias tener una corte electoral sumisa? No hay duda que el fraude es un instrumento efectivo que asegura la permanencia casi indefinida a falsos regímenes democráticos. En Bolivia ocurrió en las épocas duras del MNR y sucede hoy en algunas autocracias africanas, donde los gobernantes son reelegidos una y otra vez con niveles superiores al 80 por ciento. ¿Se puede hacer lo mismo en la Bolivia de hoy?
Estamos saliendo de un conflicto de casi 20 días. Toda una región paralizada y bloqueada. Varios sectores de la población enfrentados contra el Gobierno y un gobernador oficialista que se ve obligado a sumarse a las protestas porque le resulta imposible asumir como propio el discurso que emana de Palacio Quemado, siempre dirigido a descalificar al adversario. Se trata del conflicto más importante desde que Gonzalo Sánchez de Lozada se vio obligado a dejar la presidencia. Al Gobierno no le funcionaron ninguno de los artilugios políticos, mediáticos y militares que ha aplicado en los últimos años en Pando, Cochabamba, Sucre y otros lados. ¿Puede una corte electoral, unas elecciones, el puño levantado de Irineo, las leyes de García Linera y las estrategias de Quintana salvar a este Gobierno?
El Gobierno huyó de Sucre el 6 de agosto por temor a la silbatina. En Santa Cruz el Presidente pide cariño e inversiones a cambio del mismo palo que ha estado ofreciendo con el derrocamiento de alcaldes, el arraigo y la persecución de gobernadores y empresarios. Pero los silbidos que no se produjeron en la capital y tampoco en Santa Cruz (por miedo), fueron contundentes en Urkupiña contra Álvaro García Linera, mientras el Presidente hablaba en Asunción de organizar un nuevo foro –de esos que sirven para discursear sobre pollos y Coca cola. Alguien va a tener que pensar atacar a los problemas de Bolivia, porque de otra manera, hasta el pobre Irineo se cansará de andar con el brazo levantado.
El MAS ya tiene copado el Órgano Electoral y con ello se asegura nuevos éxitos en las urnas. Ojalá eso resolviera los problemas del país.
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