Cuando el expresidente Carlos Mesa pronunció aquella tristemente célebre frase “Ni una molécula de gas a los chilenos”, supuestamente estaba imbuido de un sentimiento nacionalista que no era tal. Supuestamente los que pelearon y murieron en la Guerra del Gas, no solo rechazaban la venta de gas al “usurpador”, sino que defendían que esa energía se quede en el país para beneficio de los bolivianos, para generar industrias y para darle valor agregado a ese producto.
Pero todos, incluido Mesa, Quispe, Morales y aquellos mártires de Huatajata estaban peleando en realidad una lucha brasileña, pues el vecino país se negaba a que el gas boliviano sea para otro que no sean ellos y también para los argentinos, quedando apenas un “concho” para la gente de nuestro país.
Los errores se pagan caro y así lo demuestran las estadísticas del INE, que colocan a Chile como el principal proveedor de diésel de Bolivia, superando en el tercer trimestre de esta gestión a Venezuela (otro de los instigadores de la Guerra del Gas), que durante años nos viene vendiendo miles de toneladas de combustible.
La pregunta más dramática es de dónde saca Chile el petróleo para obtener diésel. La respuesta está en el viejo oleoducto Sica Sica-Arica, que se usa para transportar crudo hacia territorio chileno.
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