Acabamos de enterarnos que los grandes narcos que operan en Bolivia están en Apolo, una zona donde no hay más de 300 hectáreas de coca. Es posible que esos mafiosos tengan algo de socialistas, más o menos como aquellos que planificaron una fábrica de cartón en Oruro, donde no hay materia prima a cientos de kilómetros a la redonda; o los que pensaron en una planta de urea en el Chapare, a más de mil kilómetros del principal mercado para ese producto.
Esos jerarcas de la cocaína habían sido peruanos, algo difícil de entender pues en Perú hay más de 60 mil hectáreas de coca cultivada, el doble de Bolivia y en lugar de tener a un partido político que defienda los intereses de los cocaleros, ellos tienen a un grupo guerrillero, igual que sus colegas colombianos. A no ser que quieran aprovecharse también de las ventajas bolivianas. Todavía no se sabe bien si aquellas muertes ocurridas en Apolo fueron el resultado de un operativo al estilo Porvenir (Pando) y el Gobierno tendrá que esforzarse un poco más en demostrar sus teorías.
Por el momento quedemos nomás que el meollo del narcotráfico se encuentra en el eje Chapare-Santa Cruz y que los “meros meros” siguen siendo los colombianos. A no ser que prueben que el nuevo caso de asesinato ocurrido en un restaurante tiene motivaciones pasionales.
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