Durante todo el año, los medios de comunicación, los analistas, los expertos, los intelectuales y cualquier ciudadano medianamente informado suelen insistir en los numerosos índices, estadísticas y clasificaciones que miden diferentes aspectos sociales, económicos y políticos y lamentablemente Bolivia casi siempre aparece en los últimos lugares.
Pobreza, nivel de educación, salud, inversiones, calidad de la democracia, lavado de dinero, narcotráfico, etc, etc. Pero resulta que cada vez que la selección boliviana de fútbol sale a jugar al exterior, pretendemos que gane por goleada y que clasifique a todos los mundiales, en los que seguramente pretendemos que resulte finalista. Lo mismo pasa con los concursos de belleza.
Como tenemos reinas de todo y concursos para cada fruta y verdura, nuestra aspiración es que todas las misses de Bolivia se vengan con la coronita universal y por supuesto, cuando llega el supuesto fracaso, nos bajoneamos, hacemos debates, evaluaciones y todo tipo de análisis, lo que esconde, además de una mentalidad pueblerina, una hipocresía vergonzante. O es que siempre hacemos los mismos escandaletes mediáticos cuando Bolivia fracasa una y otra vez en todos aquellos campos como la corrupción, las drogas y la falta de progreso democrático.
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