Con el doble aguinaldo, el Gobierno no sólo ha lanzado a lo grande su campaña electoral, sino que ha fijado su “caballito de batalla”, la bonanza económica que atraviesa el país, fruto de una “maravillosa gestión” que le permite repartir dinero a manos llenas, inaugurar grandes obras, comprar aviones y lanzar un satélite al espacio. Para respaldarlo, ya cuenta con excelentes líderes de campaña, nada menos que el BID, el Banco Mundial y el FMI, que no dejan de elogiar las hermosas cifras macroeconómicas, las reservas del Banco Central, el bajo endeudamiento en relación al PIB, el déficit fiscal controlado y la estabilidad.
La cereza en la torta es el crecimiento del 6,6 por ciento de este año, uno de los más altos de la región, algo que –como dicen los argentinos-, nos lleva a “tirar mantequilla al techo”. Los que tanto disfrutan con escuchar los elogios de aquellos organismos, deberían revisar lo que decían en el denominado “periodo neoliberal” en el que también hubo estabilidad y niveles de crecimiento muy parecidos a los últimos ocho años, pese a que los recursos del periodo 2006-2012 se han quintuplicado.
En aquel tiempo, todos los mandatarios fueron elogiados por su excelente manejo de la economía, pero nunca explicaron por qué todo colapsó alrededor del año 2000, cuando retornó la inestabilidad política al país, como había sucedido en 1982, justo después del periodo de bonanza que le tocó administrar a Hugo Banzer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario