En Bolivia la coca es sagrada, pero en casi todo el mundo es calificada como una droga. Así de simple. Pero lógicamente no dejan de consumirla y un ejemplo de ello es Argentina, donde se ha popularizado el acullico, sobre todo en las provincias del norte, con proyección a expandirse al resto del territorio.
La hoja de coca también se ha extendido hacia Chile y en Brasil empiezan a “bolear” en algunas zonas. Esa realidad transcurre en “voz baja” y siempre se ha sabido que, por ejemplo, más de 1.200 toneladas ingresan cada año a la Argentina por la vía del contrabando, ya que el comercio de la coca es ilegal en el país vecino, respetando la Convención de Viena sobre estupefacientes que penaliza el producto.
El estudio sobre el consumo de la coca en Bolivia recientemente divulgado por el Ministerio de Gobierno puso en evidencia esta violación a las normas internacionales y lógicamente ha despertado la preocupación de los gobiernos que rodean a Bolivia. Congresistas de los tres países, analistas y líderes de opinión han pegado el grito al cielo y, como es lógico han pedido frenar el contrabando de coca, algo que no deja de perjudicar la pretendida imagen sacrosanta del arbusto.
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