Siguiendo los estilos autoritarios, pero no únicamente, predominantes durante las dictaduras militares, el ministro de la Presidencia se ha referido en forma absolutamente inaceptable a la figura del ex presidente de la República Víctor Paz Estenssoro, cuyo natalicio se recuerda hoy.
Sin embargo, esas declaraciones tienen un mérito: demostrar que siempre los extremos se juntan. Similares expresiones emiten algunos exponentes de la derecha más recalcitrante del país, incapaces de analizar la historia con la debida ponderación y de ver los méritos y deméritos de quien ha conducido procesos de la trascendencia que tuvieron los que el ex mandatario Víctor Paz Estenssoro presidió.
Que uno pueda o no estar de acuerdo con ellos, es otro cantar, pero negar su impronta histórica y valor, no sólo es muestra de ignorancia sino, hay que insistir, de una visión fanática de la historia, la misma que hizo, en algunos momentos particularmente tristes de nuestra historia, fusilar a dirigentes opositores o advertirles con andar con el testamento bajo el brazo. Más preocupante es esta actitud cuando se van develando los hechos del denominado caso Rózsa.
Por lo demás, resulta más grosero aún que quien acuse al exmandatario de haber sido “un presidente más lacayo, subordinado y traidor al pueblo boliviano” fuera alumno de la Escuela de las Américas y fungió de importante asesor durante la segunda presidencia de Hugo Banzer.
Sería positivo, en este sentido, que quienes por el favor presidencial (no del voto popular) administran circunstancialmente el Estado, lo hagan dentro los marcos de respeto a la historia y a la ciudadanía, inteligencia, decoro y transparencia.
Felizmente, es posible afirmar que mientras se siga recordando la importancia de Víctor Paz Estenssoro en la historia, su ignaro detractor estará en el olvido, salvo, probablemente, en la memoria de las víctimas de sus atropellos.
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