E n un atroz baño de sangre ha derivado el estallido de la violencia en la cárcel de Palmasola cuando grupos de reclusos se enfrentaron entre sí registrándose un elevado saldo de muertos y heridos. Avanzada la tarde de ayer, todavía no se tenían cifras oficiales de las víctimas mientras que por las redes sociales se multiplicaban las solicitudes de sangre para su envío a los hospitales cuya capacidad se vio rebasada ante la súbita llegada de decenas y decenas de afectados en la refriega.
En la fría y lluviosa mañana, la noticia se extendió con rapidez y la ciudadanía se sintió estremecida por los sucesos mientras que familiares de los presos acercaban su desesperación y angustia a las puertas de la cárcel, buscando conocer noticias sobre la suerte de los suyos.
La lucha por el control interno entre mafias de prisioneros que operan a sus anchas en Palmasola, es señalada como detonante de la sangrienta trifulca. La Policía, encargada de la seguridad en el recinto, mostró una vez más su incompetencia y no pudo hacer nada para impedir que los internos se atacaran a balazos y que incluso uno de los pabellones fuera incendiado presuntamente con bombas molotov.
La lucha por el control interno entre mafias de prisioneros que operan a sus anchas en Palmasola, es señalada como detonante de la sangrienta trifulca. La Policía, encargada de la seguridad en el recinto, mostró una vez más su incompetencia y no pudo hacer nada para impedir que los internos se atacaran a balazos y que incluso uno de los pabellones fuera incendiado presuntamente con bombas molotov.
Portar armas diversas, utilizar teléfonos celulares, consumir alcohol y drogas es, entre otras licencias y concesiones absurdas e inadmisibles, asunto de rutina entre los presidiarios, lo que desvela la permisividad y la ausencia absoluta de control en el principal centro de reclusión de la ciudad más afectada por la delincuencia en el país y que tiene en Palmasola, antes que un centro de rehabilitación, una escuela refinada del delito.
No demoraron mucho en arribar al dantesco escenario del enfrentamiento el ministro de Gobierno y el comandante de la Policía. Lo hicieron para poner cara de circunstancia e instruir las más ‘prolijas investigaciones’ de los hechos cuando empezaba a crecer el número de muertos y heridos. Un extremo patético se dio cuando, inopinadamente, un desubicado funcionario de aquel despacho ministerial atendió solícito un pedido ‘para la foto’. Lo hizo con el característico saludo del masismo, como si estuviera en un festivo acto político cuando el ambiente estaba inundado por el olor a muerte.
El sistema penitenciario boliviano, considerado uno de los peores del mundo, acaba de incorporar en su tortuoso historial un cruento y terrible episodio nunca antes ocurrido en una cárcel boliviana.
El horror de Palmasola retrata, además, la imagen de un país donde, en cualquier ámbito, se hace cada vez más difícil imponer el orden y evitar conflictos. Una imagen parecida a la de un Estado fallido.
Consejo Editorial: Pedro F. Rivero Jordán, Juan Carlos Rivero Jordán, Tuffí Aré Vázquez, Lupe Cajías, Agustín Saavedra Weise y Percy Áñez Rivero
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