Los datos definitivos del censo 2012 se hicieron de conocimiento público nueve meses después de realizado dicho levantamiento de información socio-demográfica y rápidamente causaron controversia a lo largo y ancho del país, así como desconcierto en nuestros gobernantes y todo tipo de balbuceos en los ideólogos del indigenismo.
Mientras el país reaccionaba indignado por la ineficiencia gubernamental demostrada en la planificación, ejecución y comunicación de los resultados censales, funcionarios del Estado participaban del encuentro internacional antimperialista en Cochabamba. A pesar de los denodados esfuerzos realizados por el Ministerio de Comunicación para resaltar las conclusiones de este encuentro, los discursos que ensalzaban hasta el paroxismo el talante continental del presidente Morales y el rol mesiánico del indigenismo quedaron opacados por el silencioso y contundente rechazo de más de 4 millones de bolivianos a autoidentificarse o reconocer un sentido de pertenencia a nación o pueblo indígena estipulada en la Constitución y en el censo.
Estos 4 millones de voces, entre las cuales me incluyo, nos reconocemos orgullosamente como bolivianos por encima de cualquier particularidad étnica, identificación que siempre tuvo un inocultable tufo a racismo y discriminación. En el censo 2001, yo fui uno de los tantos bolivianos que de manera inocente nos identificamos con una de las tres etnias que aparecían como opciones en el cuestionario de la época: aimara, quechua o guaraní. En razón de las respuestas que se dieron se llegó a la equivocada conclusión de que Bolivia era un país de mayoría indígena y de minoría blanca.
A lo largo de una década, los datos de la identificación con una de las tres etnias fueron utilizados para construir el mito indigenista que justificó y legitimó la insurgencia de influyentes organizaciones campesinas, un partido político liderado por un indígena, una Constitución y un Estado claramente inclinados a los sectores indígenas. Ese mito se hizo añicos con el censo 2012, con el mayúsculo rechazo colectivo de más de 4 millones de bolivianos mayores de 15 años, que elegimos y nos sentimos tan bolivianos y tan dueños de nuestra historia, cultura, religión y territorio como cualquier otro ciudadano que hubiera nacido en estas latitudes.
Los bolivianos somos mayoría y hemos dejado constancia de nuestro rechazo a los intentos discriminadores del Estado Plurinacional
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