¿Qué está pasando en el mundo que la barbarie ataca la civilización? No sólo, en el ámbito exterior, donde hay que lamentar la impunidad y prepotencia con que se impone el espionaje de personas y naciones sino que, en Bolivia, hemos sido reiteradas veces víctimas de estas incursiones de la fiereza.
Hace unos días, en La Paz, los explotadores del transporte público sacaron a sus propios explotados para delinquir abiertamente, asaltando la propiedad privada, escarneciendo y castigando a quienes no se plegaban a su violencia y reclamando y proclamando que las leyes no van con ellos, que quieren seguir gozando de privilegios e impunidad; lo mismo se avizora en otras ciudades donde también los sindicatos, al estilo de Chicago, amenazan con esto o lo otro.
En Cochabamba, a nuestra vez, hemos sido víctimas de los bárbaros que se esconden detrás de máscaras de sindicalismo o reivindicación y que, aunque no lo crean, no sólo han delinquido también públicamente, al cerrar las válvulas del aprovisionamiento de agua, sino que, en la exageración de la barbaridad misma, exigen que la ley del Parque Tunari sea eliminada.
Lo que lleva a una situación de total impotencia de la gente, es que es en estas actitudes, donde el delito es no sólo público sino in fraganti, nadie hace nada y las autoridades de todas las instancias brillan por su ausencia y omisión. ¿Dónde queda la Constitución, los códigos, las leyes o el sentido común? ¿Dónde los fiscales? ¿Es que a la barbarie no se le puede oponer al estado de derecho? ¿O continuamos con el ambiente de privilegios e impunidad que, demagógicamente, se repite hasta el cansancio como superado? ¿Hasta cuándo el salvajismo ha de esconderse entre los supuestamente necesitados? Si bien hace ya bastante tiempo que muchos autores nos hablan de la civilización y la barbarie como dos componentes casi intrínsecos, interrelacionados con nuestra realidad, no podemos quedarnos sin hacer nada al respecto y dando pie a la regresión, a la decadencia y a la ineficiencia de nuestras autoridades. Y estas muestras de barbarie son repetidas hasta el cansancio ante la total ineptitud de quienes son los encargados de cumplir las normas o hacerlas cumplir; se ha llegado a tanto, que la policía misma parece un apéndice de la barbarie y la antinomia pues ante la flagrancia y hasta cinismo de las acciones públicas y violentas no cumple su función constitucional e institucional como debiera hacer y para lo que no necesita orden expresa.
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